SEIS
Fulgor y Vacío
Mauro intentó hablar con Corban Preston, el vicepresidente de desarrollo tecnológico de Mindsoft, pero no pasó de la recepción. Había salido de viaje junto con Bret Lingford a Paraguay.
Vagó por las calles hasta que anocheció y se quedó sentado en un callejón, a la luz de un poste y bajo una visera que lo cubría de la lluvia.
Durante horas, observó el pasar de los autos mientras intentaba entender cómo todo se había arruinado. Ni siquiera podía llevar una buena noticia a Liliana. Victoria lo había entendido bien. Iba a ser imposible comunicarse con algún ejecutivo otra vez. Habían perdido la única oportunidad que habían tenido.
La lluvia se calmó un poco y estaba por levantarse para regresar a su casa cuando sintió una llamada en su celular. Lo sacó del bolsillo y contestó sin ver de quién se trataba.
—Mauro... —era Victoria.
—Lo siento, Victoria, en verdad, lo siento —se disculpó antes de que comenzara a recriminarle.
—Mauro...
—Escucha, te juro que voy a encontrar una forma de solucionarlo, te lo juro —dijo Mauro con determinación.
—No, no tienes que hacerlo.
—Claro que sí. Tenías razón, yo... Yo debí escucharte. Solo... —tomó un respiro antes de hablar con sinceridad— No te vayas de mi vida, no quiero perderte también.
Ante esas palabras, Victoria se quedó en silencio por un momento.
—No me vas a perder —le respondió con calma.
—Vamos a encontrar una forma —insistió Mauro.
—Pero no hay necesidad de hacer nada —le comentó.
—Deja que trate de reparar lo que hice —suplicó Mauro.
—Te lo agradezco. Yo también creo que debo pedirte una disculpa por tratarte así —respondió Victoria, arrepentida.
—No te preocupes... —dijo Mauro, intentando consolarla.
—Me llamaron de Mindsoft. Era Corban.
—¿Corban?
—Me dijo que cuando quiso saber los avances que hicimos hoy en el proyecto, se topó con la noticia de que nos habían despedido. Quería saber la razón. Le dije que fue porque tu novia estaba en la clínica y todo el problema con Coleman.
—¿Y qué te dijo?
—Tenemos mucha suerte, creo, no lo sé. Nos reintegró a la empresa. Dijo que iba a hablar con Ronnie y que se encargaría de todo.
—No es suerte, Victoria. Es el trabajo que hemos hecho. Te dije que les había interesado.
*
Corban asignó un laboratorio en el edificio para el proyecto ORION. Durante las primeras dos semanas, Mauro y Victoria trabajaron con el apoyo de varios doctores e ingenieros y lograron avances que, por sí solos, no habrían conseguido. El desarrollo del neurotransmisor sobrepasaba ya el objetivo de los videojuegos y pronto podría comenzar a utilizarse para detectar y capturar conexiones neuronales con una precisión exacta, lo que permitiría su uso como ayuda externa para la transmisión de estímulos, facilitando así el aprendizaje en personas con poca oxigenación cerebral.
Aunque Mauro estaba más concentrado en el proyecto, durante los recesos era común que Victoria lo viera abstraerse de todo. En uno de los balcones, acostumbraba retirarse para pensar, con las manos apoyadas sobre el barandal y la vista perdida en la ciudad. Liliana siempre estaba en su mente. No había presentado signos de recuperación en todo este tiempo. A pesar de que la había visitado algunas veces, ella siempre se mostraba optimista.
*
En la noche, Mauro se encontró con Lourdes en la clínica para conocer el estado de Liliana. El doctor Ankali tomó asiento frente a ellos, en el escritorio de su oficina, y analizó unas gráficas en la tableta digital. Su rostro no era alentador.
—No hemos visto mejoría en la paciente —les informó con desilusión—. En cambio, el síndrome está atacando múltiples nervios motores. Le hemos practicado una electromiografía y hemos detectado que el bulbo raquídeo está en peligro. Señora Uribe, debemos prepararnos para lo peor.
El doctor continuó explicando algunos datos técnicos de la afección, pero la madre de Liliana no escuchó. El dolor había opacado la voz del médico y en su rostro se reflejaba lo devastadora que había sido la noticia.
Mauro se sentía extraño. Terminó de entender las palabras de Ankali y se imaginó la respiración de Liliana siendo interrumpida. Pensó que las lágrimas volverían a salir de él como la primera vez, pero en lugar de eso, en su interior comenzó a crecer una rabia, un enojo terrible contra la falta de conocimiento científico sobre el síndrome. Sentía un llamado a luchar contra la muerte.
Salió con la excusa de tomar aire y, al rato, se encontró caminando por la avenida principal de la ciudad, entre la gente y los escaparates con anuncios luminosos, los autos y las gotas débiles de un cielo que intentaba llover. Con cada paso, quería desahogar toda esa combinación de tristeza y rabia, pero lo único que sucedía era que su mente se aislaba cada vez más.
La gente pasaba a su lado jugando con gafas de realidad aumentada, en busca de personajes ocultos en las calles, videojuegos de competencia enfermiza para ganar criptomonedas. Atravesaba grupos de personas que se encontraban reunidas a la entrada de heladerías y discotecas, conversando con mujeres y hombres de inteligencia artificial modelados con cuerpos y rostros perfectos.
Unos pasos después, trató de ignorar a una serie de individuos desnutridos y harapientos que se hallaban arrimados contra las paredes de un callejón, también con gafas de realidad aumentada, pero rústicas, y conectados a una red eléctrica que robaba energía; en la vida real no eran nadie, pero se rumoreaba que en el metaverso eran los gobernantes de grandes territorios y comunidades.
Tuvo que rodear a un público que miraba extasiado un espectáculo de lucha en una plaza donde, físicamente, no había nada. Apoyaban a su criatura favorita con apuestas que iban desde dinero digital, objetos para habitaciones en el metaverso, hasta parcelas virtuales.
Mauro se desconectaba y se convertía en un hombre solitario caminando entre los fulgores de la metrópolis. Pensar en opciones para salvar a Liliana lo había colocado en un dilema superior. Ya no quería inventar cosas para el juego o para entretener a la gente, ahora sentía la responsabilidad de hacer algo que tuviera un verdadero significado. No entendía cómo los demás preferían estar distraídos y alejados de las verdades objetivas.
El metaverso se había convertido en la relativización del ser humano, un espacio donde todos podían convertirse en quienes no eran en la realidad, en una ficción que fungía como un escape de sus problemas.
Habían dejado que la antigua capital se basara en el soborno, el narcotráfico y el consumo de nuevas sustancias químicas que devoraban cantones enteros. La violencia de las mafias criminales venezolanas y otros negocios clandestinos habían proliferado gracias a los engaños ideológicos de empresarios poderosos, y todo desembocaba en una completa incoherencia racional que dejaba muertos en las calles día a día, por asesinatos, adicciones y suicidios, desde fetos hasta ancianos. Mientras que la prensa era obediente a los intereses de sus dueños y se vanagloriaba con campañas hipócritas de noticias verificadas. La gente que intentaba difundir la verdad era presentada como conspiranoica, peligrosa o extremista.
Incluso en San Juan Bautista, que se había convertido en la nueva capital por ser un lugar más seguro gracias a la inversión en orden y seguridad de las empresas privadas para la protección de sus investigaciones, la gente prefería ser simplemente entretenida. Preferían vivir en aquel caos, con drogas adictivas, prostitutas virtuales, abortos legales, matrimonios cada vez más absurdos y suicidios asistidos "médicamente", mientras disfrutaban del opio digital. Estaban llevando al país al mismo colapso que habían sufrido Chile, Colombia y México.
Empezó a sentir asco ante tanta ignorancia y engaño, tanto que comenzó a correr. Subió al lugar donde siempre encontraba paz, la terraza de la Torre Interandina. Abrió la puerta de la zona restringida y atravesó las cintas amarillas. Se subió al conducto de ventilación y se quedó de pie contemplando el extenso panorama y la fusión de la luz cósmica con la luz de los humanos, enfrentando su propio miedo al vértigo que le recorría las manos como la electricidad misma.
Allí, como una antena que conectaba a los mortales con el espacio exterior, cerró los ojos en una inmersión absoluta. El viento húmedo lo rociaba con agua fresca y le levantaba el cabello. El barullo de la metrópolis comenzaba a desvanecerse en sus oídos y al cruzar el umbral hacia la nada, se vio inmerso en el silencio mental absoluto, como el de un monje haciéndose uno con el vacío. Y entonces, de esa nada, presenció el nacimiento de una idea.
Regresó rápidamente al laboratorio de su casa, encendió los equipos y revisó los esquemas que habían utilizado para construir los primeros prototipos de ORIÓN. Comparó datos y datos con las pantallas llenas de circuitos, programación y gráficas de frecuencia cerebral. Aunque todavía no estaba claro, una pequeña certeza crecía y lo motivaba.
—No, no, Mauro. Eso no se puede hacer, es imposible —fue la respuesta de Victoria desde la videollamada del monitor central.
—Escucha, ya podemos detectar la red cerebral. Ahora, podemos mover ese proceso, esos impulsos electromagnéticos, a otro recipiente... —caminaba con una tableta en la mano.
—No es tan simple —interrumpió Victoria—. No estamos hablando solo de electrónica, sino de operaciones biológicas que han tardado miles de años en formarse.
—Podríamos probar con una adaptación, tratando de almacenar datos... —deslizaba gráficas que representaban el interior del prisma cuadrangular.
—No lo construimos para eso, es peligroso.
Mauro se detuvo, tomó asiento frente al monitor y observó a su amiga con seriedad.
—Victoria, no sé cuánto tiempo más continuarán funcionando los músculos de su diafragma. Su cerebro dejará de recibir oxígeno en cualquier momento. Tenemos la posibilidad de salvarla, ¿y quieres dejarla morir?
—¿Tenemos la posibilidad de salvarla? —le devolvió la pregunta.
—Dentro de poco, el neurotransmisor será capaz de proporcionarnos un mapa perfecto y completo de la estructura cerebral: cada neurona, cada dendrita, cada hendidura sináptica, cada interconexión; y si logramos capturar los niveles de neurotransmisión de cada sinapsis, no habría un solo dato de una persona que se nos quede sin registrar.
—Estás dando por hecho que así capturarías cosas como la emoción o la imaginación. ¿Acaso eso se puede hacer? Creo que se necesitarían años de pruebas. Lo máximo que lograrías sería una aproximación digital, una clase de réplica virtual, un avatar con inteligencia artificial, una ilusión. —Victoria se lo tomó aún más en serio—. Y suponiendo que pudieras, no sé... transferirla —le fue incómodo pronunciar esa palabra—. ¿A dónde lo harías?, ¿dónde reproducirías toda esa actividad cerebral?
Mauro iba a mencionar el prisma cuadrangular, pero no estaba seguro de cómo funcionaría. Para lograrlo, había que realizar una adaptación muy compleja.
—¿En Internet? —volvió a preguntar Victoria—. ¿Sabes el peligro en el que nos podríamos meter al hacer algo así? Sería una entidad informática completamente impredecible, peor que un virus. Pondrías en peligro la poca conexión que aún le queda a este planeta.
—Podemos presentar la idea a Mindsoft. Tú sabes que es posible, Victoria.
—Es tentador —admitió—, por un momento yo también lo pensé, pero tú sabes lo complejo que es. Los diferentes lados del cerebro no son tan sencillos de controlar, las conexiones se mueven constantemente. Algo así todavía es solo un sueño. Estoy segura de que Lingford y Corban lo saben, por eso se ven renuentes cuando alguien toca ese tema.
Ambos se quedaron en silencio. Mauro intentaba buscar algo que pudiera convencer a su amiga, pero lo que sentía en su interior no era fácil de explicar.
—Liliana se pondrá mejor, no te preocupes —le dijo con un tono consolador—. Casi terminamos nuestro proyecto. Tal vez podamos investigar este síndrome después.
Mauro prefirió no decir nada y Victoria decidió colgar la videollamada.
Unos segundos después, su mente volvió a sumirse en cálculos y posibilidades mientras los códigos y los procesos de los primeros prototipos del prisma cuadrangular le rodeaban.
Entonces lo supo.
Lo daría todo para salvar a Liliana, aun sin la ayuda de Victoria, y para ello tendría que robar a ORIÓN del laboratorio de Mindsoft.
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