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Aprenda a encontrar el bienestar en sus actividades

El bienestar es un concepto complejo que alude al óptimo funcionamiento psicológico y experiencial de las personas. Ante esto, surge la pregunta de cuáles son los determinantes del nivel de bienestar en un momento dado, o qué hace que una persona evalúe su nivel de bienestar de una determinada manera en un momento específico. En este sentido, existe considerable evidencia que demuestra que las variables económicas y culturales pueden influir, así como las circunstancias de la vida (alimentación, salud, control ambiental, relaciones sociales), metas y valores de las personas. Por lo cual, los seres humanos podrían ejercitarse para ser felices o menos infelices, como ejemplo, se cuenta con ejercicios y actividades cotidianas que han demostrado que la persona aumenta su nivel de felicidad. El optimismo (Seligman, 1998) sería un factor clave para la conformación de un cierto nivel de bienestar y felicidad, pues su definición hace mención a expectativas positivas acerca de la ocurrencia de eventos positivos futuros. En otras palabras, el optimismo tiene que ver con una percepción o expectativa generalizada por parte de las personas, de que el futuro depara cosas positivas. Las neurociencias proponen entonces que el optimismo, como una condición aprendida, sería capaz de determinar o predisponer un alto o bajo nivel de bienestar futuro. Así, se plantea al optimismo como un factor independiente y predisponente para el bienestar. Los investigadores proponen establecer que este aspecto es instruido desde los primeros años de vida, en los cuales los cuidadores, familia, pares y colegios moldean las expectativas, formas de pensar y de actuar que configurarían una predisposición pesimista u optimista. Considerando el aspecto aprendido del optimismo desde la niñez se puede plantear que este estado y sus beneficios serían adecuados predictores de un bienestar en la adultez, que es cuando la mayoría de las investigaciones se han centrado en analizar, especialmente en los beneficios del bienestar pero en población adulta. En este sentido, existe evidencia de que determinadas variables positivas en la niñez serían predictores de un bienestar positivo en la adultez tal como lo han demostrado recientemente Richards & Huppert (2011).
Entonces, es habitual que comúnmente busquemos un cambio en nuestras vidas que tenga continuidad.
Todos sabemos que no es fácil, un 78% de la gente falla en ese objetivo y no convierte en realidad ese buen propósito. Puesto que el cumplimiento o no de este objetivo depende exclusivamente de nuestro cerebro, veamos qué nos puede decir la Neurociencia para que tengamos mayores probabilidades de éxito.
Los propósitos más comunes tienen que ver con:
 Salud (bajar de peso, dejar de fumar, comer más sano, beber menos, hacer más ejercicio) Bienestar mental (ser más positivo, reír más, disfrutar más la vida, participar en algún programa de voluntariado)
 Relaciones sociales (cuidar más a los amigos, atender mejor a la familia, tener pareja, hacer nuevos amigos)
 Formación (aprender un idioma, retomar unos estudios, mejorar nuestra educación, leer más)
 Modo de vida (viajar más, progresar en el trabajo, organizarse mejor, mejorar la higiene, reducir el estrés, controlar mejor el tiempo, ver menos la tele, jugar menos en el ordenador, atender más la vida espiritual)
 Mejorar la economía (pagar las deudas, ahorrar más, gastar menos, hacer alguna pequeña inversión, montar un negocio)
Los tres más comunes son bajar de peso, hacer ejercicio y dejar de fumar. Aunque varía según países  (los buenos propósitos son mucho más comunes en los pueblos del Hemisferio occidental que en los del oriental) aproximadamente la mitad de la gente se plantea algún objetivo de este tipo con el cambio de año. Y es muy importante lo del cambio de año. En otro momento, cuando alguien decide incorporar un hábito bueno o quitar uno malo, quince días después, la mitad aproximadamente de los que lo habían intentado mantenían vigente ese objetivo (51%) pero a los seis meses la proporción había caído al 4%. En cambio, con los propósitos del Año Nuevo, a los quince días el porcentaje era del 71% y a los seis meses del 46%, diez veces más que los que lo habían intentado en otra época del año. Parece evidente que esas circunstancias que son hitos en el calendario, el nuevo año o nuestro cumpleaños, nos ayudan a definir estrategias de futuro y refuerzan nuestro compromiso con nosotros mismos. 

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