Hay algo muy humano en la forma en que cambiamos con las estaciones. El calor del verano nos invita a abrir las ventanas, a dejar entrar la luz y el aire; el otoño nos recuerda la belleza de lo cálido, lo acogedor, lo nostálgico y lo mismo sucede con el resto de las estaciones. Por esa razón, cada estación es una oportunidad para renovar no solo nuestros espacios, sino también nuestro interior.
Uno de mis mejores recuerdos de infancia, es que mi casa siempre estaba decorada según la estación del año, mi mamá se esmeraba en cambiar los accesorios y adornos para hacer que la casas se viera diferente, en primavera colocaba cojines, canastitas primaverales y floreros con flores frescas, en verano los vasos y vajillas eran coloridos, en otoño los cojines y manteles eran cálidos y aterciopelados, junto con floreros con flores secas y en invierno no podrían fallar las villitas, trenes, velas aromáticas y nacimientos navideños. Lo gracioso es que no solo la casa se veía diferente, sino los que vivíamos ahí también.
Decorar de acuerdo con la época no necesariamente implica saturar los espacios con piezas costosas o complejas. Es más bien un ejercicio de consciencia: observar lo que la naturaleza nos regala, el clima, los colores, los aromas, las texturas y trasladarlo con algunos objetos y esencias a los espacios que habitamos en el día a día. Puede ser desde un ramo de flores frescas en primavera, una corona de ramas y bellotas en invierno o cojines de colores para el verano. ¡Lo importante es crear e imprimir nuestra esencia acorde a la temporada!
Crear con nuestras propias manos, ya sea un arreglo floral, una pieza artesanal o un centro de mesa, tiene algo de mágico. Nos conecta con el momento en que lo realizamos, con la paciencia, con nuestras propias habilidades y sobre todo con la satisfacción de ver algo surgir de nuestra imaginación. Y ese detalle, aún y cuando sea pequeño, se convierte en una manera de darnos amor. Porque disfrutamos de un espacio propio, especial y único que nos abraza; pero también de dar amor a los demás, porque nuestros seres queridos, amigos, mascotas o visitantes, perciben en esos detalles, ese cuidado, amor y atención.
Al final, adornar nuestros espacios según la época no es solo una cuestión de estética, es un ritual que nos recuerda que la vida está llena de ciclos, de cambios y de motivos para celebrar, aun a nosotras mismas. Nos muestra que podemos reinventarnos y que siempre habrá nuevas maneras de hacer nuestro hogar más cálido, más vivo, más nosotros.
La próxima vez que tengas ganas de cambiar, mira a tu alrededor. Hazte estas preguntas: ¿qué me inspira esta temporada?, ¿qué colores, texturas o aromas me sientan bien en este momento? Y luego, ¡atrévete a crear! Porque amueblar y decorar también es escribir una historia, es llenar de sentido nuestros espacios y dejar huella donde transcurren los momentos de la vida.
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