Si Sócrates viviera hoy y participara en un dialogo sobre la adicción preguntaría: ¿Qué es?, y no sería el único: psiquiatras, psicólogos, consejeros y personas en programas de recuperación se hacen esta pregunta. Los neurocientíficos han entrado en la contienda, buscando tanto la causa como el manejo efectivo de la adicción. No hay un consenso definitivo sobre lo que es la adicción o sobre qué sustancias y conductas tienen el potencial de convertirse en adictivas. Definir la adicción sigue produciendo acalorados debates, con increíbles apuestas tanto a nivel personal como a nivel de políticas sociales y públicas.
A pesar de las diferencias de opinión, la mayoría de nosotros podemos reconocer ciertas conductas y situaciones en las que el uso "normal" del alcohol y otras drogas se convierte en una dependencia destructiva. Podemos ver un problema incluso si no podemos acordar una definición o descripción exacta del mismo.
Una forma de adentrarnos en ese reconocimiento puede encontrarse al examinar la alegoría, en este caso una muy familiar de Platón. La alegoría, es una historia que funciona como una metáfora extendida que tiene significados tanto literales como figurativos, que claramente no es ciencia. Realizar este ejercicio no ofrecerá una explicación de la adicción, pero tiene el potencial de producir una especie de perspicacia que el análisis conceptual no puede. Una alegoría nos permite desentrañar muchas de esas dimensiones que escapan a una descripción más científica. En la alegoría que Platón utiliza en La República para trazar la línea entre la apariencia y la realidad, tenemos una poderosa herramienta para entender la crisis de la persona adicta.
En la alegoría, Platón cuenta sobre un grupo de prisioneros que están dentro de una cueva encadenados frente a una pared, no pueden mover sus cabezas y, por lo tanto, no pueden mirar de lado o detrás; sólo pueden mirar hacia adelante. Detrás de ellos hay un fuego ardiente y una pared parecida a la de los titiriteros con marionetas que proyectan sombras. Para los hombres encadenados, las sombras son reales; no tienen ningún concepto de los objetos reales que causan las sombras, confunden la apariencia con la realidad.
Ahora imagine que los prisioneros son liberados de sus cadenas, miran detrás de ellos y ven los objetos que causaron las sombras, lo más probable es que estén confundidos y no quieran aceptar que estos objetos causaron las sombras. Imagine ahora que los prisioneros empiezan a salir de la cueva, estarán ciegos tan pronto como encuentren la luz del día, y una vez que sus ojos se ajusten, se enfrentarán a un mundo duro y brillante con toda una serie de objetos extraños que les producirán temor. Algunos de los prisioneros regresarán a la seguridad de la oscuridad y las sombras, valorando lo familiar más que lo desconocido, y cualquiera que le cuente a sus amigos encadenados lo que ha visto afuera será considerado un loco. Otros, una vez que sus ojos se hayan ajustado más a la luz, querrán permanecer en ella y se darán cuenta de que el mundo de la luz es el verdadero. Ciertas personas entre las que han "visto la luz" de la verdad y la realidad se sentirán obligadas a volver a la cueva para ayudar a los que aún están encadenados a salir de la misma.
Esta alegoría es maravillosa para entender la adicción, la recaída y la recuperación. La mayoría de las personas que se vuelven adictas se encadenan a la droga de su elección. La palabra "adicción" viene del verbo latino "addicere", que significa entregar, dedicar o rendirse. En el caso de muchos adictos, lo que puede haber comenzado como un uso divertido e inofensivo comienza a convertirse en algo problemático, doloroso y difícil de detener.
La fijación de la persona adicta a una realidad en la sombra, que no se ajusta al mundo real lejos del consumo, es evidente para los demás a veces mucho antes de que lo sea para el adicto. Cuando el costo personal del consumo se hace evidente, todavía puede ser negado o excusado. Los adictos tienden a orientar sus actividades en torno a su comportamiento adictivo, pueden renunciar a sus amigos y a las actividades en las que no se consume. Algunos se aíslan; otros cambian su círculo de amigos para estar con personas que consumen de la misma manera o mas que ellos, para poder parecer "normales" o "no tan malos". Se dedican a un razonamiento erróneo, pero persuasivo, dispuestos a utilizar cualquier cosa como prueba de que no tienen un problema; ningún razonamiento los persuadirá de lo contrario. Cada vez que el adicto hace una promesa de parar, pero no lo hace, las cadenas se vuelven más restrictivas y cada vez que hace algo que se prometió a sí mismo que nunca más haría, las cadenas se aprietan más.
Por muchas razones, algunas personas comienzan a intentar liberarse de las cadenas de la adicción. Ya sea por una experiencia que los asustó, por perder algo que realmente importa o por mirarse al espejo y no reconocerse o no gustarle lo que ven, algunas personas comienzan a liberarse de las cadenas. Las personas cuyo descenso a la adicción llegó más tarde en la vida tienen más recuerdos de cómo puede ser la vida sin consumir, es decir, serán capaces de girar y ver el fuego, la pared y las marionetas que causan las sombras. Aquellos cuyo uso comenzó tan jóvenes que es todo lo que realmente conocen, a menudo experimentarán el miedo y la confusión que Platón describió. Pero, como a veces sucede en la recuperación, también pueden empezar a salir de la cueva, acompañados por otros que lo han hecho.
El brillo de la luz al salir de la cueva puede ser doloroso, las sustancias y los comportamientos adictivos proporcionan la posibilidad de aliviar el dolor y el sufrimiento, adormecen los sentimientos y evitan los recuerdos dolorosos, por lo que en abstención podemos sentirnos indefensos y eventualmente desear regresar a la familiar oscuridad de la cueva. Demasiadas cosas son nuevas y aterradoras por lo que podemos sentirnos poco capaces de llevar la vida de manera diferente.
Algunos logran salir de la cueva y permiten que sus ojos se ajusten. Puede que tengan dificultades para mantenerse en recuperación y permanecer equilibrados, ya que muchas de sus viejas estrategias de afrontamiento no funcionarán, y se enfrentarán a la aparentemente interminable tarea de aprender a reconstruir sus vidas emocionales. Algunos vivirán en recuperación por un buen tiempo y luego recaerán. La gente recae por todo tipo de razones que tienen que ver con viejas formas de pensar y comportarse. Cuando las personas recaen y regresan a la oscuridad de la cueva, pueden encontrarse con una actitud de "te lo dije". Pero al menos vuelven a algo familiar y pueden decirse a sí mismos: "Lo intenté pero no pude hacerlo". Esto puede servir como justificación para no volver a intentarlo durante mucho tiempo, si es que alguna vez lo hacen.
Los recién salidos de la cueva saben lo precaria que es su recuperación y lo que necesitan hacer para mantenerla. Las personas que se recuperan a largo plazo suelen ser las que extrañando la cueva, no regresan. Las personas con años de recuperación suelen decir que los recién llegados les ayudan a mantenerse sobrios porque su dolor, pérdida y confusión son muy recientes, y sus historias les recuerdan a los veteranos la vida encadenados en la cueva. Los veteranos también pueden compartir sus historias, y así muestran a los recién llegados diferentes maneras de existir en el mundo.
Por supuesto que nuestras historias son reales y profundamente personales, pero, similar a las alegorías, pueden ejercer un poder transformador. Escuchar sus propias experiencias en historias y alegorías proporciona a la gente un importante lente corrector. Lleva a algunos a verse y entenderse a sí mismos y al mundo de forma diferente. Equipados con este conocimiento, las personas pueden comenzar a transformar sus vidas.