Lo inconsciente de buscar continuamente la opinión de alguien más para la toma de cada decisión es poder tener a quién culpar cuando no obtenemos el resultado esperado. Aunque estoy de acuerdo plenamente en lo saludable que es contar con el consejo de una persona entendida (título obtenido por frutos y no por palabrería), veo cada vez más necesario hacer énfasis en la necesidad de fortalecer nuestra relación con alguien que se menciona poco en estos días. Jesús dijo: me iré pero les dejaré al ayudador, el Espíritu Santo.
No podemos ser ayudados si no reconocemos que necesitamos ayuda y aunque el Espíritu Santo obra a través de las personas, hay un día malo del que habla la Biblia que es como el valle de sombra y de muerte, es como el horno de fuego de Sandrac y sus amigos, como el foso de los leones de Daniel, como el gran pez de Jonas...en el día malo nadie, absolutamente nadie entenderá tu aflicción de la forma en que lo hará el Espíritu Santo. Él será el único capaz de traer consuelo, paz y refrigerio.
La palabra de Dios es espíritu y es vida, buscar consejo en la palabra debería ser nuestra prioridad, luego que vengan las personas entendidas y será confirmación de lo que ya tu Ayudador te dijo. Como Pedro comentó, no hay palabra profética más segura que la palabra de Dios, pues es la forma en la que Su Espíritu nos habla. Cómo pesar una profecía sin tener una relación con el Espíritu Santo? Cómo librarnos de las vanas repeticiones sin prestar atención a la opinión de nuestro Mejor Amigo?
Mi sentir es presentarte a la persona que desplazó al temor en mi vida, pues solemos ser débiles pero tenemos un ayudador que nos fortalece, solemos rendirnos pero tenemos un ayudador que nos alienta, solemos ser necios pero nuestro ayudador nos procesa, nos moldea y nos prepara para la grandeza.
El Espíritu Santo me trajo a memoria hace unos días la primera vez que recibí Su abrazo. Fue luego de un accidente donde mi rostro y dentadura quedó bien dañado justo antes de la soñada fiesta de 15 años. Tendría que incorporarme en los estudios cuando aún no había sanado del todo y la verdad que no quería levantar la cabeza y que mis compañeros del aula me vieran en tal estado. En un recreo me escondí y mientras me ahogaba en el silencio de mi llanto de repente recibí un abrazo. Cuando alcé la mirada, la chica que me abrazaba y lloraba junto a mí era la persona con la que hubiese cruzado no más de un "buenos días" en los cinco años que llevaba estudiando en la escuela de música. Ella tenía sus amigas y yo las mías, no nos llevábamos mal ni bien, simplemente no teníamos nada que ver, pero ella se acercó, lloró conmigo, me abrazó y luego de unos minutos nos secamos las lágrimas y sonreímos, y cualquiera pensaría que allí nació una gran amistad pero no fue así, cada quien continuó con su enfoque, sus amistades y estilo de vida. Lo interesante de este abrazo es que para darlo, en algún momento tienes que haberlo recibido y esto te hace sentir en deuda cuando ves a alguien padeciendo y necesitado de consuelo. Estas son las cosas del Espíritu Santo, que llega como el silbo apacible, que te conecta a la libertad de espíritu, que viene sobre ti como manto usando a la persona que nunca imaginarías para que reconozcas que es Él quien está obrando. Nadie te puede tocar tan profundo, nadie te dará su opinión más sincera, nadie está más interesado en tu éxito que Él, nadie te ama más que Él!!
Mi exhortación con este artículo es que vivamos el pentecostés cada día, esa expectativa de recibirle, de sentirle, de escucharle. Démosle Su lugar, busquemos Su opinión. Mi oración va dirigida a ti, para que en el latido de tu corazón justo ahora se escuche "BIENVENIDO ESPÍRITU SANTO".
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