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El viaje

¿Cómo calmar el dolor por la pérdida de un ser querido? 


El rey David expresó en uno de sus salmos que somos como las flores del campo: crecemos y florecemos, pero tan pronto sopla el viento, dejamos de existir y nadie vuelve a vernos. Estamos de pasada en esta tierra en un viaje que compartimos con nuestros seres más allegados, aquellos que comparten nuestros momentos de dicha y son testigos silenciosos de nuestros tropiezos. Si bien es difícil despedir a los que ya sabemos que por ley de la vida van llegando al final de su travesía en la tierra, peor aún es chocar con la falta inesperada de una persona con la que imaginamos pasar cada instante de nuestros días.



El dolor de un chico que perdió a su esposa en el parto de su segundo bebé, su video agradeciendo a todos los que apoyaron en oración y al mismo tiempo sus ojos rojos e hinchados, reflejo de su alma estremecida, fue como una inyección de compasión en mis venas. Aunque quizás nunca lo sepa lo vi, lloré y me arrodillé sumándome a la petición de muchos confiando que Jesús calmaría su tormenta. No pasó una semana y lo vi en otro video enfocado en su trabajo, haciendo música con sentido al mismo tiempo que alimentaba a su bebé.


Qué tan necesario se nos hace poner nuestra vista en lo eterno, si nos acostumbramos a lo que vemos a diario nos vamos sintiendo dueños de todo lo que hemos construido, se nos olvida que de repente las olas de dificultades pueden desestabilizar nuestro equilibrio de tal manera que soltamos en el camino mucho de lo que conservábamos con tanto ahínco. No tenemos la capacidad de sostener nada, nuestras manos son pétalos frágiles ante el viento. Y todo lo material lo tenemos por basura cuando no nos puede devolver a la persona que nos ha dejado, no podemos retener a nadie, nuestra vida es como la yerba que en su tiempo se seca y deja de ser.


Este escenario me traslada al pasaje bíblico donde los discípulos temían por la gran tormenta que les asechaba, entre tanto Jesús dormía. ¿Por qué sólo dormía? Pues yo entiendo que Dios no pretende vivir por nosotros nuestras vidas, hay decisiones que nos llevan a uno u otro destino. El error sería buscar una respuesta del porqué de nuestro agravio cuando no alcanzamos a ver el panorama completo de todo lo que espiritualmente está sucediendo. A Él le pertenecemos, pero las decisiones siguen siendo nuestras.  

Dios siempre obra, aún en el silencio porque nuestros corazones son Su prioridad. No está ajeno a nuestro dolor, Él sabe que un día podremos actuar en fe de tal manera que con nuestra sombra sanen los enfermos y otro día clamaremos a nuestro Salvador por temor a hundirnos en la barca; porque somos débiles cuando nos sentimos vulnerables, pero nos fortalecemos cuando recordamos que Él sigue siendo nuestro hacedor de milagros, sigue calmando las olas, callando los vientos, sanando al enfermo y alimentando al hambriento. Al final todo depende de nuestro boleto y la ruta que nos ha sido designada para llegar a nuestra meta, nos enfrentaremos a situaciones donde decidiremos si a pesar de todo seguimos confiando en sus promesas, o quedamos atrapados en el dolor de nuestra pérdida.

Te recuerdo una de sus promesas: Él se nos ha presentado como quien sana TODAS nuestras heridas, si tomas Su mano, no te dejará caer.