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Inquebrantable

Siendo pequeña mi voz fue motivo de comentarios. Recuerdo que en la primaria algunos niños se burlaron porque mi registro era grave para una niña, diciendo que sonaba como un varón. Aquel día llegué a casa con el corazón apretado pero mi mamá me dio el mejor consejo del mundo: “A palabras necias, oídos sordos”.


Con los años, aprendí que mi voz no es solo un sonido; es un instrumento, un arte que expreso con pasión. Pero, incluso en la adultez, hay quienes siguen empeñados en empañar lo que no comprenden. Hace unas horas, alguien hizo un comentario en una de nuestras publicaciones que no solo fue irrespetuoso, sino que reflejaba la bajeza de una mente corrompida. En vez de escuchar la música, decidió deformarla con su propia perspectiva, viendo en mi interpretación lo que solo su propio corazón alberga.


No me afecta lo que piense. Mi identidad no depende de la percepción ajena ni voy a moldear mi arte para encajar en mentes reducidas. Pero este episodio me recordó cuántas veces las personas dejan que las críticas sin fundamento les roben la confianza en lo que hacen.


La Biblia nos cuenta la historia de Ana, la esposa de Elcaná, quien soportaba burlas continuas de Penina porque no podía tener hijos. Uno podría preguntarse: ¿cómo es posible que haya personas que se empeñen en hacer sentir mal a otro? Pero esto es espiritual. Jesús mismo nos enseñó: "De la abundancia del corazón habla la boca" (Mateo 12:34).


El que va dejando veneno por donde pasa, el que llena publicaciones con comentarios malintencionados, no hace más que reflejar la miseria de un alma rota, una vida sin propósito que intenta esconderse bajo la apariencia de un nombre tan sencillo como “ser cristiano”. Pero la verdad es que son títeres de espíritus malos que, como moscas, son atraídas por la luz, pero su deleite está en la basura. Qué triste tener acceso a la palabra de vida y estar tan lejos de vivirla. Por más que vistan de traje y corbata, Jesús les dice: “Apartaos de mí, hacedores de maldad, nunca os conocí” (Mateo 7:23).


Proverbios 16:17 lo deja claro: "¿De qué sirve el precio en la mano del necio para comprar sabiduría, no teniendo entendimiento?" No basta con tener la verdad cerca si no hay un corazón dispuesto a recibirla.


Esto me recuerda un fragmento de una canción que escribí, titulada Misericordia:


"Del hombre es el juicio por apariencia,

su punto de vista se basa en su ciencia,

y sugiere condena a conveniencia

justificando en sí la voz de su conciencia."


El ser humano, con su visión limitada, suele juzgar desde la superficie, tomando como verdad absoluta su propia perspectiva. Muchos critican desde su propia conveniencia, justificando sus palabras como si fueran imparciales, cuando en realidad reflejan lo que llevan dentro. Pero Dios no ve como el hombre ve. Él conoce el corazón y su juicio no se basa en apariencias.


Por eso tú, solo sé luz. Sé sal. Sé lo que el mundo necesita ver y escuchar. Dios está en ti, y eso nada ni nadie lo cambiará. Mantente firme, sigue brillando y avanza con la certeza de que nada puede apagar lo que Dios ha encendido en ti. Sé inquebrantable.


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Déjame saber en los comentarios si te pasó algo similar alguna vez.