Anteriormente les hablé sobre los mundos paralelos; vimos que así como la física cuántica propone que existen múltiples realidades coexistiendo, la Biblia revela una verdad aún más radical: hay dos sistemas espirituales activos, paralelos al mundo visible, que influyen en pensamientos, culturas y destinos.
Un sistema se alimenta de engaño, miedo y caos. Otro expande justicia, vida y luz. Cada palabra, cada elección, cada paso que damos se alinea con uno u otro.
No importa tu fe actual o tu trasfondo: todos participamos de esta tensión invisible, aunque no siempre seamos conscientes.
El apóstol Pablo lo explicó de forma directa:
“Él nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino de su amado Hijo.” (Colosenses 1:13)
No es un mito religioso ni una metáfora poética. Es un traslado legal y espiritual: de un sistema gobernado por tinieblas a un Reino gobernado por la luz.
Para continuar con el tema, esta vez añado varios datos interesantes que solidifican tu identidad como ciudadano de un reino espiritual.
Te presento las frecuencias de ondas:
Cuando hablamos de frecuencia de onda o vibración, nos referimos a la manera en que todo el universo (desde la luz, el sonido, hasta la materia misma) se mueve, pulsa y transmite patrones de movimiento.
No es algo abstracto ni oculto; es una realidad física comprobada. Cada objeto, pensamiento y palabra emite una frecuencia de onda única que influye en su entorno. Por ejemplo, una nota musical puede calmar o agitar; una palabra puede levantar o derribar el ánimo.
Esto sucede porque todo está tejido con hilos invisibles de frecuencias de ondas y vibración, que a veces no percibimos con nuestros sentidos pero sí afectan profundamente nuestra realidad.
Este concepto también ha sido explorado por la ciencia, y uno de los experimentos clave que nos ayuda a entender cómo la observación (la atención y la intención) puede afectar la realidad, es el de la doble rendija realizado por Thomas Young en 1801.
Thomas Young demostró con su experimento de la doble rendija que una partícula puede comportarse como onda o partícula dependiendo de la observación. A esto se le conoce como ‘efecto observador’: la materia responde, de alguna forma, a la intención y la mirada humana.
Del mismo modo, en el plano espiritual, nuestra intención, palabras y acciones abren o cierran puertas. Son llaves que alimentan a un sistema espiritual u otro.
No se trata de superstición. Es una realidad que conecta lo visible con lo invisible. Cada pensamiento, cada declaración, siembra en un terreno: cultivas luz o extiendes sombra.
Antes de continuar con las frecuencias de ondas quisiera mencionar que el Reino de Dios, este sistema de luz que trasciende lo visible, se hereda por adopción y fe. El apóstol Juan dijo: "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios." (Juan 1:12)
Para quienes creemos en Jesús, este traslado de un sistema a otro no es una afiliación religiosa: es una nueva ciudadanía.
Tienes una nueva identidad, un Rey que te respalda, un conjunto de derechos espirituales que no dependen de tu economía ni de tu apellido.
Jesús lo dijo así:
“Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.” (Juan 10:9)
Muchos interpretan ese “hallará pastos” como una alusión al paraíso, pero Jesús hablaba en tiempo presente.
El pasto representa provisión, descanso, nutrición y dirección.
Y si Él es el Pastor, entonces también en esta vida tenemos derecho a pastos verdes:
- Paz en medio del caos.
- Sabiduría en medio del ruido.
- Libertad frente a lo que nos oprime.
- Provisión incluso en desierto.
- Autoridad para reprender la oscuridad.
No se trata de vivir en una burbuja de bienestar, sino de saber que el Rey cuida de los suyos aquí y ahora, no solo cuando partan.
Ahora bien, así como un ciudadano tiene beneficios, también tiene voz.
Y en el Reino de Jesús, tu voz es una llave.
Lo que hablas, activas.
Lo que callas, también tiene efecto.
Y en el caso de palabras vacías, sin fe ni verdad, por ellas deberemos responder, porque Jesús dijo: “Pero yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.” (Mateo 12:36)
Desde el principio, la voz fue la herramienta creativa de Dios:
“Dijo Dios: sea la luz, y fue la luz.” (Génesis 1:3)
La materia no fue el origen. Fue la Palabra.
Y si fuimos creados a imagen del Creador, entonces nuestra palabra también tiene poder creativo.
El sabio lo resumió así: “La muerte y la vida están en poder de la lengua…” (Proverbios 18:21)
Y esto no es solo un concepto espiritual, continuando con las frecuencias de ondas, esta es la manera en que la ciencia lo confirma:
La física cuántica afirma que toda la materia vibra con una frecuencia determinada.
Los átomos no son sólidos en reposo; están en constante movimiento. Esto incluye al cuerpo humano, la voz y hasta nuestros pensamientos que emiten impulsos eléctricos y vibraciones medibles.
El biofísico alemán Fritz-Albert Popp descubrió que nuestras células emiten y absorben biofotones (partículas de luz). La luz, el sonido y la vibración influyen en nuestra salud, ánimo y entorno.
El japonés Masaru Emoto, en sus experimentos con moléculas de agua, mostró cómo diferentes palabras, emociones y sonidos influían en la estructura cristalina del agua.
Palabras como “gracias” o “amor” generaban formas bellas y armoniosas; palabras destructivas formaban patrones deformes.
Aunque su método fue criticado por no ajustarse a los estándares científicos más rigurosos, la relación entre palabra, intención y realidad material es cada vez más explorada por la ciencia moderna.
Sin embargo, mientras el mundo apenas empieza a intuir esto, ya estaba constituido en el Reino de Jesús desde siempre:
- Tus palabras crean o destruyen.
- Tu declaración activa lo invisible.
- Tus oraciones, tu adoración, tus palabras y acciones en fe, abren y cierran puertas en lo espiritual.
“Todo lo que ates en la tierra será atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra será desatado en el cielo.” (Mateo 18:18)
Si vives repitiendo que no puedes, que no hay salida, que todo está perdido, estás usando tu voz para fortalecer el sistema del reino de las tinieblas.
Pero si hablas desde la fe, declaras verdad y resistes (no dejas entrar) lo que no viene del Reino, entonces tu palabra se convierte en espada, decreto y semilla de luz.
La espiritualidad no se mide por cuánto oras en público o cuánto tiempo estás en un templo, sino por cuánto del Reino de los cielos se percibe cuando abres la boca.
Recuerda que cada palabra tuya es una llave que abre o cierra puertas en mundos paralelos que sostienen lo visible.
Y si en algún momento no sabes qué decir, prueba con esto:
“Jesús, sé mi rey y hágase tu reino en mí, aquí y ahora.”
Porque cuando permites que Él gobierne tu vida, la tierra tiembla y la oscuridad huye.
Pronto continuamos con otros aspectos de estos reinos espirituales!
Comentarios ()