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Nuevo Mandamiento

Hace poco escuché la reflexión de una joven en mi iglesia que me hizo meditar profundamente sobre lo que Jesús desea de nosotros. Ella habló del “nuevo mandamiento” que el Señor nos dejó: amar a nuestro prójimo como Él nos ha amado.

Su explicación fue la siguiente: aunque amar a nuestro prójimo ya estaba escrito en los Diez Mandamientos —“No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18)—, Jesús lo presenta como un nuevo mandamiento (Juan 13:34). La diferencia clave es que ahora no se trata solo de amar de manera proporcional o condicionada, ni de forma comparable al amor que sentimos por nosotros mismos. Jesús nos llama a amar como Él nos ama.


Esto me llevó a preguntarme: ¿cuál es ese amor que debemos proyectar hacia los demás? Entiendo que se habla de un amor que trasciende incluso nuestro amor propio y que nos desafía a salir de nuestra comodidad para tocar la vida de los demás con perdón, compasión y entrega. Un amor generoso y activo, que rompe nuestras limitaciones y que se refleja en cada acción concreta.


En el capítulo 3 de la segunda carta de Pedro encontramos una enseñanza que conecta directamente con esta reflexión. El apóstol menciona que algunos consideran una tardanza en la promesa de la venida del Señor, pero que, en realidad, el deseo del Padre es que todos procedan al arrepentimiento: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Más arriba también recuerda: “Pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos” (2 Pedro 3:7).

Esto nos muestra que, aunque no podemos impedir que el pecado del hombre conduzca hacia un fin inevitable, sí podemos actuar con amor y obediencia mientras esperamos la venida de Cristo.


Este mensaje me trae a memoria la película "Pequeña gran vida". Más allá de la ficción, el guión es un espejo de las diferentes actitudes respecto a nuestro propósito en la tierra. En la historia, un grupo se encierra en una bóveda buscando protegerse del mundo; sin embargo, al hacerlo pierden la oportunidad de impactarlo positivamente. De manera similar, cuando la iglesia se limita a esperar la promesa de Cristo sin actuar, corre el riesgo de encerrarse en sus propias actividades para sentirse segura, olvidando que el verdadero mandamiento de Jesús nos llama a un amor activo y transformador, de adentro hacia afuera. Así como dice la Escritura, “no se enciende una luz para ponerla debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa” (Mateo 5:15).


Lo dicho por Jesús está muy claro: “Un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros; así como yo los he amado, que también se amen los unos a los otros” (Juan 13:34). Amar como Él nos ama significa reflejar Su presencia en la vida de los demás mientras aguardamos Su venida.


En conclusión, la enseñanza de Pedro y la reflexión que escuché me recuerdan que, aunque no debemos perder de vista la promesa de Su venida, la espera no es pasividad. Jesús mismo enseñó: “El que quiera hacerse grande entre ustedes será su servidor, y el que quiera ser el primero será su siervo” (Mateo 20:26–27).

Como ciudadanos del reino entendemos que la mayor riqueza de este reino no consiste en fama, posición o dinero. La verdadera riqueza está en que el amor que lo sostiene es nuestra motivación correcta. De lo contrario, como dice Pablo: “Si no tengo amor, de nada me sirve. Si repartiera todos mis bienes para dar de comer a los pobres y entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me sirve” (1 Corintios 13:2–3).


Nuestra fe se demuestra en el amor activo hacia los demás. Podemos vivir con la esperanza de la venida de Cristo, pero también con la responsabilidad de actuar con compasión y servicio hoy. Amar como Él nos ama es la manera correcta de esperar Su promesa, reflejando Su luz en un mundo que tanto lo necesita.