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Perdón

Recuerdo que, cuando acepté a Cristo en mi corazón, tenía una gran pasión, esa que se conoce como el primer amor. Poco a poco fui alejándome de lo que entendía que no le agradaba a mi Señor. Pero un día fallé, y mi error trajo consecuencias, por lo que determiné alejarme de la iglesia, como si así pudiera esconderme de Dios. Sentí una vergüenza tan profunda que me costaba orar, hablar con Jesús como antes lo hacía.


Otro día, caminando por mi barrio, me encontré con una hermana en la fe. Ella me saludó de manera tan normal y, al ver mi dolor, me dijo: "¿Acaso crees que ninguno de nosotros ha fallado? Todos los días cometemos errores. No te dejes engañar por las apariencias, Jesús es quien pesa los corazones".


Esas palabras fueron un bálsamo para mi alma. Al llegar a casa, me arrodillé, pedí perdón y sentí el abrazo de Dios. Mi lucha más fuerte fue contra la condena. En la justicia humana, siempre se quiere ver que quien se equivoca pague por sus errores. Pero la justicia divina usa nuestros errores para nuestro beneficio, cuando hay un arrepentimiento genuino.


Con esta experiencia aprendí lo siguiente: Aunque el pecado trae consecuencias, no es nuestra caída lo que nos define, sino nuestra respuesta a la gracia de Dios.


El caso de Pedro:


Cuando leemos sobre el momento en que Jesús predice que Pedro lo negará, vemos a un Jesús que ya sabía de antemano la debilidad de su discípulo. Sin embargo, lo que llama la atención es que Jesús no usa ese conocimiento para condenarlo. En lugar de eso, le dice: "Simón, Simón, mira que Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos" (Lucas 22:31-32).


Este pasaje muestra un Jesús que no solo conoce nuestras caídas, sino que intercede por nosotros. Sabía que Pedro fallaría, pero también sabía que Pedro sería restaurado por la gracia. Cada vez que Jesús anulaba una negación de Pedro preguntándole si le amaba, le recordaba lo más importante: seguir adelante con nuestra misión (apacienta mis ovejas) La clave aquí no es la caída, sino el arrepentimiento y el levantamiento que vienen con la fe en Su perdón.


Condena vs. Gracia


La condena, aunque a veces se usa con la intención de corregir, no genera transformación. En lugar de acercarnos a Dios, nos aleja. Cuando creemos que nuestro error es el fin, nos quedamos atrapados en la culpa y la desesperación. Pero la gracia, por el contrario, es la que nos da la oportunidad de levantarnos. Jesús nos muestra que todos somos débiles, y que aún cuando caemos, Él siempre nos ofrece un camino de restauración.


El verdadero arrepentimiento no es simplemente sentir tristeza por el pecado, sino creer que Dios nos perdona y que, a través de esa gracia, podemos seguir adelante en Su propósito. La gracia no borra nuestras faltas, sino que nos restaura y nos da la fuerza para continuar el caminar y alejarnos de aquello que nos hizo caer en nuestra debilidad.


El caso de Sansón:


El arrepentimiento es un acto de fe, no solo de remordimiento. Sansón, a pesar de haber sido un hombre caído, creyó en la gracia de Dios y, al final, hizo una obra poderosa a través de su fe en el perdón, pues si no hubiera creido que Dios le había perdonado, no hubiera empujado las columnas principales, y resulta que en esta única acción terminó cumpliendo Su propósito. De manera similar, Pedro, después de su caída, actuó sobre su fe al recibir el perdón y continuar el ministerio que Dios tenía para él.


Es cierto que el arrepentimiento debe ir acompañado de obras de transformación, pero esas obras nacen de un corazón que cree en la gracia de Dios y en Su poder para restaurar. La condena, por el contrario, neutraliza, mientras que la gracia nos capacita para continuar.


¿Cuál es el blanco del diablo?:


El error es creer que quiere destruirnos por quiénes somos, no! satanás quiere destruirnos por lo que podemos y estamos llamados a hacer: la extensión del Reino de los cielos. Por tanto, su mejor arma es la condena, pues es lo que se opone a la gracia, y la gracia a su vez es el boleto de permanencia en el Reino de Dios.


El mensaje:


Estamos llamados a vivir y a enseñar la gracia de Dios. No debemos enfocarnos solo en los errores de los demás, sino recordar que todos necesitamos la misericordia divina para seguir adelante. En lugar de condenar, debemos interceder, recordar que todos somos débiles, y animar a otros a levantarse con la confianza de que Dios los ha perdonado y les ha dado un propósito renovado.


Se necesita fe para creer que hemos sido perdonados, y el sello será nuestra acción de fe, continuar construyendo nuestro legado. La gracia no nos llama a la perfección, sino a la restauración. Dios no nos abandona por nuestras caídas, sino que nos extiende la mano para levantarnos y seguir adelante en Su obra.


Caer no es lo que nos destruye, sino la condena que nos mantiene en la derrota. Jesús nos enseña a levantar nuestra mirada hacia Él, creyendo que su perdón nos restaura y nos capacita para seguir en Su propósito.


¡Levántate!:


Levántate, la restauración es posible para todos los que creemos que, a pesar de nues

tras debilidades, Dios no nos ha desechado.


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