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Recuerdos

La vida real no se edita. Se vive, se atraviesa. Se abraza con todo lo que trae: lo bello, lo crudo, lo inesperado.


Estamos en la era de las historias recortadas, de los momentos congelados en una imagen perfecta… pero muchas veces, detrás de esa edición hay una realidad que no se muestra.


En un mundo donde podemos borrar, repetir o adornar lo que mostramos, Dios nos llama a estar presentes en cuerpo y alma, sin necesidad de filtrar nuestras emociones ni nuestras luchas.


"Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora."

— Eclesiastés 3:1


Todo ocurre en su ritmo, sin necesidad de edición. Hay tiempo para reír y tiempo para llorar. Tiempo para abrazar y tiempo para soltar. Y cada momento tiene valor, aún aquellos que no quisiéramos publicar.


"Ciertamente como la hierba es el hombre; como la flor del campo, así florece. Porque el viento pasó por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más."

— Salmo 103:15-16


La vida es frágil, se nos escurre entre los dedos mientras corremos detrás del afán. Y el afán no es solo lo material que deseamos obtener. Hoy en día, también nos afanamos por aparentar. Las redes sociales nos empujan a mostrar más de lo que vivimos, y a vivir menos de lo que realmente importa.


Nos cuesta soltar el teléfono, incluso cuando nuestros hijos nos llaman con la mirada. Cambiamos la lectura de un cuento por una pantalla encendida. Reemplazamos el escuchar a nuestra pareja por el sonido repetido de un tiktoker que ni sabe que existimos. ¿Nos estamos uniendo… o nos estamos distanciando más cada día?


Nos llenamos de contenido, pero vacíos de conexión. Y el tiempo…el tiempo no se detiene!


Jesús no vino a ofrecernos una vida editada, sino una vida abundante. No una sin dolor, sino una llena de propósito. No una sin errores, sino una con gracia para seguir caminando. Él nos invita a vivir sin máscaras, porque es en la verdad donde se manifiesta su poder.


Capturar el momento no es apretar un botón, es abrir los sentidos, es dejar que la risa resuene explosivamente, que el viento te despeine el cabello y los pensamientos,

que el corazón se llene de lo que estás viendo, no de lo que parece.


Que la imagen sea un recuerdo que no reemplace la experiencia. Que no sea más importante el encuadre que el abrazo,

ni el filtro que la emoción.

Vive tan presente que cuando vuelvas a mirar esa foto sientas, otra vez, que estuviste ahí, que estuviste de verdad.


Procuremos que cada instante sea vivido con los ojos abiertos, con el corazón dispuesto y la certeza de que no hace falta disfrazar lo que Dios nos permite experimentar.


Y sobre todo, que en cada recuerdo te encuentres presente.


DIOS TE BENDICE