En un mundo donde la gratificación inmediata es moneda corriente, la educación —particularmente el aprendizaje de un idioma— se ha visto atrapada en una trampa de marketing que convierte procesos complejos en promesas simples.
Uno de los ejemplos más repetidos es: "Habla inglés en 3 meses."
No es nuevo. No es cierto. Pero sigue funcionando. ¿Por qué? Porque es lo que muchas personas quieren escuchar. Como señala el filósofo y ensayista George Steiner, "Lo que queremos oír puede ser mucho más peligroso que lo que necesitamos aprender."
🌪️ La seducción del camino corto
Vivimos rodeados de soluciones exprés. Cursos acelerados, resultados garantizados, aprendizaje pasivo. La industria del idioma, como tantas otras, no ha sido ajena a esa lógica.
La frase "inglés en tres meses" funciona no por su verdad, sino por su conveniencia. Representa una salida rápida a un deseo acumulado: el de hablar una segunda lengua sin tener que enfrentar la complejidad del proceso.
No obstante, la verdad sigue siendo la misma: aprender un idioma no es un acto de consumo, es un proceso de transformación.
📚 El lenguaje no se descarga, se construye
Aprender inglés no se parece a instalar una app. Se parece más a formar un músculo. El lenguaje requiere repetición, error, corrección, tiempo, escucha, lectura, uso.
Un estudio del Foreign Service Institute (FSI) de EE.UU. estima que alcanzar un nivel funcional de inglés para hispanohablantes requiere al menos 600 a 750 horas de estudio activo. No de exposición. De estudio. De uso real.
No es que no se pueda lograr. Es que no se puede comprimir en tres meses sin comprometer la calidad, la profundidad, ni el propósito del aprendizaje.
💭 ¿Por qué seguimos creyendo?
Seth Godin apunta en All Marketers Are Liars que el poder del marketing no está en la verdad del producto, sino en la historia que el consumidor desea creer.
La industria del inglés ha sabido contar esa historia: la de la rapidez, la facilidad, el "método mágico". Pero no porque funcione. Sino porque encaja con nuestra impaciencia, con la urgencia instalada en nuestra forma de vivir.
Y sin embargo, lo auténtico resiste. El estudiante que verdaderamente quiere aprender lo sabe, aunque a veces lo olvide: no hay atajo que valga cuando el objetivo es real.
🧠 Un llamado a recuperar el valor del proceso
Aprender un idioma no es solo alcanzar un resultado. Es adquirir una herramienta que cambia la forma de ver el mundo. Es modificar tu manera de pensar, de escuchar, de relacionarte. Eso no se logra en semanas. Se cultiva.
Quizás es hora de dejar de preguntar “¿cuánto tardo en aprender inglés?” y empezar a preguntar:
“¿Qué tipo de aprendiz estoy dispuesto a ser?”
No hay romanticismo en el proceso, pero sí hay dignidad. Y una recompensa real: la de poder mirar atrás y saber que lo que aprendiste, lo hiciste bien. Porque no elegiste el camino fácil. Elegiste el verdadero.
Gracias por leer.