GABRIEL ANTONIO GOYENECHE Habría sido mejor presidente que los que ha tenido Colombia
En un país donde buena parte de la ciudadanía siente que los gobiernos han sido un desfile de ineptitud, mediocridad, escándalos y promesas que se deshicieron en el aire, Gabriel Antonio Goyeneche habría sido, sin duda, un refresco absoluto: un presidente que no solo habría pensado “fuera de la caja”, sino a kilómetros de distancia de ella. Y es que, frente a administraciones que muchos colombianos percibieron como repetitivas, e incapaces de frenar la corrupción, la violencia, el desplazamiento y la pobreza, Goyeneche se pasó toda la vida proponiendo ideas que rompían la lógica, la geografía y, por momentos, la física. Eso, justamente eso, es lo que a veces ha parecido faltarle al país: fantasía sin vergüenza.
Mientras esos gobiernos se hundían —según la percepción popular— en tecnicismos, comisiones interminables y reformas que no cambiaban nada, Goyeneche habría solucionado todo con un gesto dramático, una ocurrencia extravagante y un panfleto de cinco centavos. ¿Inundaciones en Bogotá? ¡Techo gigante! ¿Transporte lento? ¡Pavimentar el Río Magdalena! ¿Desigualdad? ¡Un pobre menos por día, cortesía del vecindario! En un país donde a muchos les da la impresión de que la eficiencia es un mito, su imaginación habría sido casi revolucionaria.
Si lo pensamos bien, en lugar de declaraciones solemnes que no han evitado que Colombia siga enfrentando corrupción, violencia y desigualdad, Goyeneche habría llenado al país de decretos imposibles pero felices. En una nación cansada de promesas rotas, habría sido un descanso creer —aunque fuera por un instante— que el país podía arreglarse con anís, champaña reinventada y carreteras eternamente inclinadas hacia abajo.
Los gobiernos han tenido que lidiar con crisis, escándalos y realidades complicadas, pero muchas veces la gente ha sentido que nada mejora. Goyeneche, en cambio, vivió en la libertad absoluta de la imaginación: sin tecnócratas que lo frenaran, sin presupuestos restrictivos y sin el molesto peso de “lo posible”. Y siendo sinceros, en un país donde los problemas parecen multiplicarse, un toque de surrealismo habría sido casi terapéutico.
Por eso, en el reino de la sátira, Goyeneche no solo habría sido mejor presidente: habría sido el único capaz de transformar la tragedia nacional en comedia de alto nivel. Tal vez no habría resuelto la corrupción, ni la violencia, ni el desplazamiento, ni la pobreza —ni él ni nadie—, pero sí habría regalado algo que los colombianos sienten que les falta: la risa, la imaginación y el desahogo. Y ese simple hecho, para muchos, ya lo pondría por encima de los demás.
En el libro se presenta una encuesta y una serie de tipologías, lo mismo que algunas reflexiones finales.