
EL MATRIMONIO: El Divorcio y El Re-matrimonio
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Antes de la Palabra del Autor
Queridos lectores,
El matrimonio, el divorcio y el nuevo matrimonio, verdaderos epicentros de debates apasionados, plantean preguntas delicadas capaces de sumergir las almas en abismos de desesperación interminable, llevando a veces a sufrimientos inconfesables, e incluso al suicidio. No es un secreto para ustedes: vivir en pareja en una época marcada por las codicias y la inmoralidad representa un gran desafío.
Para algunos, el matrimonio no es más que un infierno de tormentos, mientras que para otros, se presenta como un refugio de paz. Sin embargo, según el plan divino, esta institución sagrada fue establecida para ofrecer alegría, plenitud y felicidad a la humanidad. De hecho, como el Señor mismo afirma: «No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda semejante a él» (Génesis 2:18). Recordemos que los días que precedieron la unión de Adán y Eva fueron solo un entrelazado de penas, frustraciones y soledad, porque ninguna criatura del jardín del Edén podía satisfacer la devoción de Adán.
Es innegable que el matrimonio, cuando se basa en fundamentos divinos, constituye una fuente invaluable de felicidad; no puede fundarse en intereses efímeros o motivaciones fútiles. En las palabras de Cristo, el matrimonio entre un hombre y una mujer se reviste de un carácter sagrado e indivisible. El divorcio, por su parte, es una opción que debe considerarse con la mayor reticencia, permitiéndose solo en casos de infidelidad manifiesta (Mateo 19:9).
El Creador, desde el principio, fue explícito: «Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Génesis 2:24). Así, está escrito: «Por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre» (Mateo 19:6).
Las estadísticas hablan por sí solas. Cada año, se celebran millones de divorcios en todo el mundo: aproximadamente 1,5 millones en Estados Unidos, con variaciones alarmantes en Europa, donde hasta el 50 % de los matrimonios en los países desarrollados terminan en divorcio. Estas cifras son un grito de angustia dentro de nuestros hogares y de nuestra sociedad. A través de estos escritos, imploro, en el poderoso nombre de Jesucristo, que la plaga del divorcio y del nuevo matrimonio se disipe, dando paso a un redescubrimiento del matrimonio como un don invaluable.
Mientras que la institución del matrimonio se celebra tradicionalmente como un compromiso sagrado, se ha convertido para algunos en un terreno de sufrimiento y desilusión.
El divorcio, percibido como un fracaso, deja cicatrices emocionales no solo en las parejas, sino también en sus familias y en la sociedad en su conjunto. Ante los desafíos y el dolor que el matrimonio puede generar, muchas personas se preguntan si esta unión realmente merece ser vivida.