La Tercera Guerra Mundial se había gestado casi imperceptiblemente. Había desinformación y noticias falsas, y hasta una incredulidad acerca de si un hecho así podía llegar a producirse. Sin embargo, ocurrió.
El desastre global fue de una magnitud tal que, una vez terminada la guerra, se pensó que la inteligencia artificial podría organizar un nuevo orden mundial en donde se eliminarían todas las raíces de los conflictos y para siempre.
Primero hubo gran desconfianza en tal posibilidad y en las implicaciones que tal solución podría conllevar. Ante la insistencia de un grupo de científicos, se les concedió hacer un experimento sin consecuencias prácticas, o sea más bien por satisfacer una curiosidad y no más que eso.
Los resultados del experimento fueron tan asombrosos que se tomó en serio la posibilidad. A partir de ahí, un nuevo orden mundial comenzaría a tomar forma bajo la guía de un algoritmo inteligente entrenado para ese fin. Y los resultados en la práctica siguieron siendo tan asombrosos que ya no hubo vuelta atrás.
En los siglos siguientes la humanidad vivió en la paz y la concordia, alcanzando niveles de desarrollo que antes sólo se soñaban.
Sin embargo, había un secreto. Un secreto transmitido de generación en generación, que tan sólo unos pocos conocían y que jamás revelaban.