Carrito de la compra
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Dibujo, bosquejar y naturaleza

Amor entre esquejes

Soñé que entraba en una tienda de plantas. De esas pequeñas, con humedad en los cristales y olor a tierra mojada. No iba buscando nada, solo paseaba. Y sin embargo, me encontré con él.


El dependiente tenía manos de jardinero y ojos que sabían escuchar. No hablamos mucho al principio, pero bastó una pregunta sobre esquejes para que se abriera la conversación como una flor con sol de primavera. De repente, había algo compartido. Y sin apenas darnos cuenta, nos enamoramos.


No fue un amor de película. Fue un amor con tierra bajo las uñas, con café entre plantas, con silencios cómplices entre estanterías de helechos.


Al despertar, mis tres plantas del salón estaban igual de tristes. Una hoja medio seca colgaba como esperando una decisión. Había bichitos que no invité: hongos, mosquitas, quizá pulgones. La poda reciente las había dejado escuálidas, como quien se ha desnudado demasiado pronto ante el frío.


Y me senté frente a ellas, taza en mano, sin saber si era momento de rendirme o seguir cuidando. Pensé en insecticidas suaves, en extracto de ortiga, en propagarlas... pero también en hacer un pequeño entierro si fuera necesario. Agradecerlas y soltar.


Entonces recordé el sueño. Ese dependiente que me hablaba sin decir mucho, que me entendía solo con ver cómo miraba una maceta. Era yo. Esa parte de mí que sigue creyendo en el ciclo, en el brote escondido, en el amor como espera y no como exigencia.


Quizá no se trata de salvar todas las hojas. Quizá basta con salvar un esqueje. Una intención. Una forma de mirar.


Esta noche dormiré con las ventanas entreabiertas, por si el sueño regresa. Y mañana, al despertar, regaré despacio. Con música suave. Con fe sin nombre.


Porque a veces, el jardín más titánico renace justo cuando una se permite soltar las expectativas, el empeño de controlar, la urgencia de florecer.




Pingüino rayado azul y blanco, pájaro amarillo con gorrito, y gato marrón con pijama rayado blanco y rojo

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