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Niños, familia y ciudad

Apreciando lo positivo en familia

Querida familia Titánica, este artículo habla de cómo los comentarios no siempre ayudan a fortalecer nuestras relaciones, y creo que refleja bastante bien cómo a veces podemos enfocarnos más en lo que no funciona que en lo que realmente suma. ¡Vamos al lío!


Introducción

Las reuniones familiares pueden ser una de las experiencias más enriquecedoras de la vida. Sin embargo, no siempre son fáciles. En muchas ocasiones, nos encontramos haciendo comentarios sobre lo que no nos gusta, sobre lo que falta o lo que podría mejorar. A veces, esos pequeños juicios se hacen con cariño, pero pueden dejar una huella más profunda de la que imaginamos. Hoy quiero hablar de cómo podemos encontrar un equilibrio entre señalar lo que está mal y centrarnos en lo que realmente nos une.


El poder de la crítica constructiva

Es natural que, al convivir con las personas que más queremos, veamos detalles que nos desagradan o que no compartimos. Ya sea un pantalón con parches, una voz que se quiebra en el momento menos esperado o un corte de pelo que no termina de convencernos, es fácil caer en la tentación de señalar lo que no gusta. Sin embargo, ¿qué aporta realmente este tipo de crítica?


Si bien la crítica constructiva tiene su lugar, a veces nos olvidamos de lo poderoso que es enfocarnos en lo positivo. En lugar de centrar nuestra atención en lo que falta, podemos aprender a celebrar lo que hay. Por ejemplo, en lugar de comentar sobre un “defecto”, podemos destacar la creatividad o el esfuerzo que hay detrás de ese detalle, por pequeño que sea. La crítica constante, aunque bien intencionada, puede generar un ambiente de insatisfacción que, a la larga, afecta a la relación.


El valor de celebrar lo bueno

Imaginen un momento en el que alguien cercano comparte un logro o incluso algo simple como un cambio de look. En lugar de señalar qué no funciona o qué podría mejorar, ¿por qué no enfocarnos en lo que está bien? Ese gesto puede ser mucho más enriquecedor. A veces, todos necesitamos un reconocimiento, por mínimo que sea. De hecho, si aprendiéramos a resaltar las cualidades positivas de los demás, nuestra convivencia podría volverse más cálida y profunda.


Esto no significa que debamos vivir en un mundo de fantasía, donde todo es perfecto. Al contrario, reconocer las imperfecciones de los demás y las nuestras es parte de la naturaleza humana. Pero se trata de balancear las observaciones con afirmaciones que construyan, no que destruyan.


La crítica y la proyección

Lo que muchas veces nos cuesta reconocer es que las críticas hacia los demás son, en muchos casos, una proyección de nuestras propias inseguridades. Si criticamos el estilo de alguien, puede ser que nos sintamos inseguros con el nuestro. Si juzgamos una forma de ser, tal vez estamos proyectando nuestras propias limitaciones o frustraciones. La clave está en reconocerlo y aprender a cambiar el foco. En lugar de proyectar lo negativo, podemos aprender a proyectar lo positivo.


Un ejemplo simple: la familia

La familia es, a menudo, el entorno donde más fácil es caer en el patrón de señalar lo que no gusta. Queremos lo mejor para los demás, pero a veces olvidamos que lo mejor también está en los pequeños gestos, en lo que no se ve a simple vista. Si todos comenzáramos a enfocarnos en los logros, en los gestos de cariño, en las virtudes de cada uno, nuestras relaciones serían más felices y saludables. Después de todo, cada miembro de la familia tiene sus propios retos y traumas, y quizás lo único que necesitan es sentirse aceptados tal y como son.


Conclusión: el poder del amor y la apreciación

La próxima vez que nos reunamos con nuestra familia, intentemos empezar por lo positivo. Practiquemos la gratitud y reconozcamos lo bueno. Recordemos que todos somos humanos, y aunque a veces sea difícil dejar de lado las críticas, el enfoque en lo que suma puede transformar por completo nuestra experiencia de convivencia.


Moraleja: al final, la crítica sin amor es solo ruido. La apreciación sincera, por pequeña que sea, tiene el poder de construir puentes mucho más fuertes que cualquier juicio.



Pingüino rayado azul y blanco, pájaro amarillo con gorrito, y gato marrón con pijama rayado blanco y rojo

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