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El cuento de los blanqueos: cómo nos reinventamos para avanzar

Había una vez, en un pequeño pueblo donde el sol parecía brillar más que en cualquier otro lugar, un pintor llamado Elías. A menudo, Elías se encontraba ante un lienzo blanco, dispuesto a crear una obra maestra que capturara la esencia de su alma. Pero lo que no sabían sus amigos del pueblo era que Elías tenía una costumbre extraña: cada vez que se sentía atrapado en sus pensamientos, cuando las dudas lo invadían y el miedo lo paralizaba, tomaba su pincel y empezaba a blanquear todo lo que había hecho hasta entonces.


Elías no blanqueaba como un pintor común, no borraba ni corregía. Su blanqueo era simbólico, un acto de renovación. Cuando sentía que su arte ya no lo representaba, cuando la vida se sentía demasiado pesada, él cubría sus obras con una capa de blanco. Un lienzo limpio le ofrecía la oportunidad de empezar de nuevo, de dejar atrás todo lo que ya no le servía. Sin embargo, al hacerlo, una sensación de vacío lo acompañaba.


En el pueblo, la gente miraba con curiosidad el trabajo de Elías. Algunos pensaban que estaba perdiendo el rumbo, que cubría sus trabajos con blanco porque se había rendido. Otros, sin embargo, creían que era un acto de valentía, una forma de encontrar espacio para nuevas posibilidades. Nadie sabía que, detrás de esos blanqueos, Elías estaba buscando la manera de seguir adelante.


Un día, una joven llamada Clara se acercó al taller de Elías. Observó los lienzos blancos y se quedó en silencio por un momento, pensando en lo que eso significaba. Elías, como siempre, estaba de pie ante uno de sus lienzos, pincel en mano, mirando el espacio vacío como si esperara que las ideas llegaran del aire.


"¿Por qué los blanqueas, Elías?", le preguntó Clara con suavidad. "¿Por qué cubres todo lo que has hecho?"


Elías dejó el pincel sobre la mesa y la miró fijamente. No era la primera vez que alguien le hacía esa pregunta, pero nunca había sabido cómo responder. A veces, las palabras se quedaban atrapadas en su garganta.


"Blanquear es como borrar el pasado para poder avanzar", dijo al fin, "pero al mismo tiempo, es un acto de valentía. Cada vez que hago esto, siento que tengo la oportunidad de reinventarme, de dejar atrás lo que ya no me sirve, de liberarme del peso de lo que no me deja crecer."


Clara frunció el ceño, pensativa. "¿Y no te da miedo que el lienzo quede vacío para siempre?"

"Sí", respondió Elías, "pero el vacío también es un espacio lleno de posibilidades. Lo que más miedo me da no es el vacío, sino quedarme atrapado en lo que ya fue, en lo que ya no puedo cambiar. Prefiero arriesgarme a empezar de nuevo que quedarme estancado."


Clara se quedó en silencio, observando el lienzo blanco ante ella. De repente, entendió lo que Elías quería decir. A veces, en la vida, nos encontramos con momentos en los que sentimos que debemos hacer un "blanqueo". Dejamos atrás relaciones, trabajos, sueños que ya no nos sirven, y nos enfrentamos a la idea de lo que viene después. El miedo al vacío es grande, pero el miedo a no avanzar lo es aún más.


"¿Y cómo sabes cuándo es el momento de blanquear?", preguntó Clara, con curiosidad.

Elías sonrió. "El momento llega cuando sientes que lo que has creado ya no te representa, cuando te das cuenta de que necesitas espacio para algo nuevo. El blanqueo no es el final, es el principio de algo más. No se trata de borrar todo, sino de dejar espacio para lo que está por venir."


Clara pensó en sus propias luchas. Había estado en un trabajo que ya no le hacía feliz, pero tenía miedo de dejarlo, temía lo que venía después. Pero al escuchar a Elías, algo dentro de ella cambió. Comprendió que los blanqueos no eran fracasos, sino pasos hacia adelante. A veces, para seguir avanzando, es necesario deshacerse de lo viejo, de lo que ya no sirve, para dar lugar a lo nuevo.


Desde ese día, Clara comenzó a aplicar la lección de Elías en su propia vida. Aprendió que no necesitaba esperar a tener todas las respuestas, solo debía estar dispuesta a hacer un blanqueo cuando fuera necesario, a reinventarse y seguir adelante, sin miedo al vacío.


Elías, por su parte, continuó pintando, y cada vez que blanqueaba un lienzo, sentía que estaba un paso más cerca de descubrir quién era realmente. Para él, los blanqueos no eran el final de un camino, sino el comienzo de otro.


Y así, en el pequeño pueblo donde el sol brillaba con más fuerza que en cualquier otro lugar, Elías y Clara siguieron adelante, cada uno a su manera, aprendiendo que a veces es necesario "blanquear" el pasado para abrir el espacio a nuevas oportunidades.


Este breve cuento refleja cómo, en momentos de cambio y transición, necesitamos hacer “blanqueos” en nuestra vida, abriéndonos a la posibilidad de empezar de nuevo y permitirnos crecer. A veces, avanzar implica liberarnos de lo que ya no nos sirve, ya sea en nuestro trabajo, relaciones o en la forma en que nos vemos a nosotros mismos. Es un recordatorio de que, aunque el vacío puede asustar, es también el espacio perfecto para que surjan nuevas posibilidades. Como diría Florence: "And it's hard to dance with a devil on your back. So shake him off, shake it out."



Pingüino rayado azul y blanco, pájaro amarillo con gorrito, y gato marrón con pijama rayado blanco y rojo

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