Carrito de la compra
Loading
Pirámides, camello y El Cairo

El equilibrio entre las dos pirámides: la danza de la vida

Queridas Titánicas, queridos Titánicos, a lo largo de nuestra existencia, navegamos entre dos estructuras invisibles pero fundamentales que dan forma a nuestra experiencia. Dos pirámides que se entrelazan y nos sostienen en la danza de la vida: una que parte del inconsciente colectivo y familiar hasta alcanzar nuestra voz como expresión del alma, y otra que se construye sobre el amor propio y la disciplina, culminando en el disfrute de los placeres. A simple vista, estas pirámides podrían parecer una utopía perfectamente alineada, pero en la práctica, ¿cómo logramos el equilibrio entre controlar y fluir, entre bailar, correr y saltar en la coreografía de la vida?


Pirámide 1: de lo invisible a la voz

Nuestra primera pirámide tiene una base profunda e inexplorada: el inconsciente colectivo y familiar. Ahí se almacenan nuestras raíces, los relatos heredados, los miedos transmitidos y las emociones que amueblan nuestro "apartamento interno". Luego, sobre esta base, se sitúan nuestros pensamientos y emociones, la energía que fluye en nuestro ser, el cuerpo que nos ancla al mundo físico y la respiración que nos conecta con el presente. En la cima, se encuentra la voz, nuestra alma en estado libre, la expresión de lo que realmente somos cuando nos permitimos ser sin máscaras.


Sin embargo, muchas veces esta pirámide se desajusta cuando permitimos que el ruido del inconsciente nos domine, cuando la energía se estanca o cuando el cuerpo se convierte en un simple vehículo sin atención plena. La clave está en encontrar armonía entre cada nivel, escuchando lo que cada capa tiene para decirnos.


Pirámide 2: la construcción del bienestar

La segunda pirámide se edifica sobre el amor: la autoestima, la aceptación y el amor propio como nutrientes esenciales. Luego, pasamos por la frustración, vista no como un obstáculo, sino como un gimnasio emocional que fortalece nuestra resiliencia. Los límites surgen como protección contra la autoviolencia, mientras que el juego como propósito de vida nos recuerda que la existencia es también una aventura creativa.


Más arriba, encontramos las ideas empoderadoras, la creencia en nuestra valía, los deberes y obligaciones que nos dan estructura y nos enseñan disciplina y autocuidado. Finalmente, en la cima, están los placeres, la recompensa por el trabajo bien hecho, el disfrute de la vida en su máxima expresión.


El equilibrio: entre controlar y fluir

En la intersección de estas dos pirámides se encuentra el gran desafío: ¿Cómo no perderse en la rigidez del control ni en el caos del fluir sin rumbo? La clave está en la danza.

  • Bailar es permitir que nuestra voz y nuestra energía se expresen libremente, sin quedar atrapados en las expectativas heredadas.
  • Correr es avanzar con disciplina, sin olvidar la importancia de disfrutar el camino y ajustar el ritmo cuando sea necesario.
  • Saltar es atrevernos a desafiar nuestras propias estructuras, confiando en que tenemos el amor y la fortaleza para aterrizar en un nuevo nivel de conciencia y bienestar.

Cuando aprendemos a equilibrar la estabilidad con la libertad, la disciplina con el placer, el control con la fluidez, dejamos de ver la vida como una serie de escalones rígidos y la convertimos en una coreografía única. En este baile, cada uno de nosotros es bailarín y coreógrafo a la vez, diseñando su propio movimiento entre las dos pirámides de la existencia.



Pingüino rayado azul y blanco, pájaro amarillo con gorrito, y gato marrón con pijama rayado blanco y rojo

© 2025, TITÁNICA