Amigas y amigos Titánicos, la vida nos asigna papeles desde el momento en que nacemos. Somos hijos antes de saber qué significa serlo, hermanos antes de comprender el vínculo, estudiantes antes de cuestionar el sistema educativo. Luego, nos convertimos en panaderos, presidentes, serenos… o simplemente en alguien que busca su lugar en este vasto escenario. Pero ¿quién escribe el guion? ¿Nosotros mismos o un guionista invisible? Y más importante aún, ¿estamos actuando o realmente viviendo?
La pregunta de cuál es nuestro papel en la vida nos persigue en cada etapa. Como seres humanos, transitamos por diferentes roles, algunos elegidos, otros impuestos. En el intento de cumplir con estas expectativas, solemos perder de vista lo esencial: estar vivos. Esta es la única certeza. Vivir conlleva sentir, dudar, experimentar, fracasar y, quizás, acertar en el intento de ser quienes realmente somos.
La filosofía nos invita a reflexionar si nuestra realidad es un sueño. A lo largo de los siglos, mentes brillantes han explorado esta cuestión. Platón habló de sombras en una caverna, Calderón de la Barca dramatizó que la vida es un sueño y Descartes dudó de todo hasta concluir que pensaba, luego existía. Ahora, en pleno siglo XXI, la pregunta sigue siendo válida: ¿vivimos en un sueño o en una verdad? Quizás ambas cosas a la vez.
Krishnamurti, pensador radical y visionario, nos recordaba que no es signo de salud estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma. En un mundo donde las normas sociales a menudo priorizan el hacer sobre el ser, olvidamos que nuestra vida no debería limitarse a cumplir expectativas ajenas. ¿Cómo encontrar nuestro papel en un entorno que nos empuja a ser actores en lugar de protagonistas?
Aquí es donde entra en juego la regla del 70%. ¿Por qué desgastarnos buscando la perfección si podemos vivir plenamente haciendo nuestro mejor esfuerzo, sin agotarnos? A veces, menos es más. Haz el 70% de lo que puedas y conserva energía para aquello que realmente amas. Si dedicaras el 80% de tu tiempo a lo que te gusta, ¿cómo cambiaría tu vida? Piénsalo: ¿cuántas veces hemos relegado a un rincón lo que nos hace felices, priorizando lo que "debemos" hacer?
En este escenario de papeles, preguntas y reflexiones, aparece la figura de Ulises como metáfora del viaje de la vida. Ulises no era un héroe invencible; muchas veces su fuerza de voluntad flaqueaba. En su odisea, enfrentó piedras en el camino, tormentas y cantos de sirena que lo tentaban a abandonar su propósito. ¿Cuál era su secreto? No era la fuerza física ni una resistencia perfecta, sino su capacidad de recordar el porqué de su viaje. Ulises sabía hacia dónde quería ir, sabía quién lo esperaba al final de su travesía. Esa claridad, esa conexión con su propósito, lo mantenía firme incluso cuando las adversidades parecían insuperables.
Nosotros, como él, enfrentamos nuestras propias tormentas y distracciones. A veces flaqueamos y pensamos en renunciar. Pero si podemos recordar nuestro propósito, aunque sea algo tan simple como disfrutar un café a la tarde o leer un buen libro al final del día, encontramos fuerzas donde no pensábamos que las había.
La realidad es que muchas veces nuestro papel en la vida no está predeterminado, sino que lo vamos creando sobre la marcha. Y está bien cambiar de papel si el actual ya no se ajusta a nuestra esencia. La clave está en mantenernos fieles a nosotros mismos, aún en una sociedad que parece diseñada para alejarnos de ello.
¿Entonces, cuál es nuestro papel? Quizás no hay una respuesta única. Lo importante es recordar que estamos aquí, que estamos vivos y que tenemos la capacidad de decidir qué papel queremos interpretar.
En resumen, no se trata de representar a la perfección un guion ajeno, sino de escribir nuestra propia historia, imperfecta pero auténtica, resistiendo como Ulises, guiados por un propósito que nos recuerda por qué vale la pena seguir adelante.