Querida familia Titánica, durante semanas he tenido la sensación de estar siempre diciendo "no". No a empleos que no encajan. No a proyectos bonitos pero mal definidos. No a propuestas entusiastas sin contrato, sin límites, sin red. Y aunque cada una de esas decisiones fue tomada con sinceridad, con atención interna... a veces pesan.
Como si decir que no fuera sinónimo de fallar.
Pero no lo es.
Elegir no es fallar. Elegir es cuidar.
Cuidar mi energía, mi salud, mi tiempo. Cuidar el espacio donde quiero crear. Cuidar esa parte de mí que ya se cansó de sobrevivir a base de parches, favores o falsas urgencias.
Decir no es también decirme que sí. Sí a una vida más consciente. Sí a un camino propio, aunque no sepa exactamente cuál es. Sí a esperar lo que resuene de verdad, no lo que solo suene bien desde fuera.
Estoy aprendiendo que el discernimiento es una forma de madurez. Y que el entusiasmo no siempre es suficiente si no hay estructura, si no hay cuidado, si no hay sentido compartido.
Este momento no es de retroceso. Es de pausa y escucha. Y también de siembra. Porque elegir no es fallar. Es empezar a brotar desde dentro.
