El poder transformador de la danza
Buenos días, Titánicas y Titánicos de mi corazón 💛, os quiero confesar que la danza es más que un simple entretenimiento. Es una forma de expresión que puede canalizar emociones, tensiones y conflictos, convirtiendo la violencia en arte y la frustración en movimiento. En lugar de actuar con violencia o caer en comportamientos destructivos, el baile nos ofrece una alternativa liberadora, en la que la energía se transforma y fluye de manera constructiva. Y no cualquier tipo de baile, sino aquellos que nacen de contextos difíciles y se nutren de la resistencia cultural, la creatividad y el poder de la comunidad.
Bailar la violencia: footwork, breakdance y más
El footwork, el breakdance, el House Dance y otros estilos urbanos como las danzas zulúes o los ritmos de origen congoleño son ejemplos claros de cómo la danza puede ser un vehículo para canalizar la energía de los jóvenes que, en contextos difíciles, podrían haber optado por la violencia. Estos estilos de baile han surgido en barrios marginales de grandes ciudades, donde los problemas sociales como la pobreza, el racismo y la segregación racial han afectado profundamente a las comunidades.
Estos bailes permiten a los jóvenes expresar sus frustraciones, rabias y deseos de libertad a través del cuerpo. Por ejemplo, el breakdance, que emergió en el Bronx en los años 70, se desarrolló como una respuesta a la violencia entre pandillas. A través de las "batallas" de baile, los jóvenes podían enfrentarse de manera simbólica, intercambiando destrezas en lugar de golpes. En lugar de armas, usaban giros imposibles y acrobacias en el suelo. Cada paso, cada movimiento, se convertía en una declaración de identidad y resistencia.
El footwork, que nació en Chicago, también es un ejemplo de esto. Este estilo rápido y técnico permite a los bailarines desarrollar movimientos frenéticos con los pies mientras su parte superior permanece relativamente quieta. Es como si la velocidad y la furia de la vida urbana se transformaran en una coreografía de precisión milimétrica.
Danzas africanas y la conexión con los ancestros
Pero las raíces de este tipo de transformación a través del baile no son exclusivas de las culturas urbanas. En África, la danza siempre ha tenido un rol central en la vida de las comunidades. Estilos como el coupé decalé, que nació en Costa de Marfil, o los ritmos afroperuanos como el zapateo, se alimentan de la historia y la cultura de sus pueblos. Estos bailes no solo tienen un fin recreativo, sino que también son herramientas para la sanación y la cohesión social.
El concepto de ‘Ukucula’ y ‘ukuchita’, provenientes de culturas zulúes, se refiere al baile curativo, una práctica ancestral que se utiliza para conectar a las personas con sus raíces y sanar tanto el cuerpo como el espíritu. En muchas culturas africanas, la danza tiene un poder espiritual que trasciende la mera diversión. A través de la danza, se cree que los bailarines se conectan con sus antepasados y con fuerzas mayores, lo que les permite encontrar paz y curación.
En este sentido, la danza se convierte en un acto de resistencia contra la alienación, el desarraigo y la opresión. Al bailar, los individuos no solo expresan lo que llevan dentro, sino que también conectan con sus ancestros y su comunidad, recordando el valor de su identidad cultural frente a un mundo que muchas veces los margina.
Intercambio cultural: coupé decalé, zapateo y freestyle
Uno de los aspectos más poderosos de la danza es su capacidad de trascender fronteras y unir culturas. Hoy en día, vemos cómo estilos africanos como el coupé decalé se fusionan con tradiciones sudamericanas como el zapateo afroperuano, generando nuevas formas de expresión que cruzan continentes. Este tipo de intercambios culturales enriquecen a las comunidades, rompiendo barreras de idioma, raza y geografía.
El freestyle, por ejemplo, es un estilo de baile libre que se adapta a cualquier música o ritmo. Aunque tiene sus raíces en las calles y los clubes de hip-hop, hoy en día se ha convertido en un fenómeno global. Bailarines de todo el mundo adoptan el freestyle como una manera de expresarse individualmente y también de dialogar con otros estilos. A través de este intercambio, los bailarines se enriquecen mutuamente, compartiendo movimientos, ideas y tradiciones.
El legado de instrumentos musicales de Etiopía, Sudán y Egipto
No podemos hablar de danza sin mencionar la música que la acompaña. Los instrumentos musicales que hoy en día forman parte de nuestras tradiciones vienen de culturas milenarias. Desde Etiopía, Sudán y el antiguo Egipto nos llegan influencias que han moldeado no solo el sonido de nuestra música, sino también las formas en que bailamos.
Los tambores, por ejemplo, son fundamentales en muchas tradiciones africanas. El ritmo hipnótico y repetitivo de los tambores invita al cuerpo a moverse, creando una conexión visceral entre el sonido y el movimiento. La danza y la música son inseparables, y ambas juegan un papel crucial en la resistencia cultural y en la sanación emocional.
El baile como herramienta de cambio social
Bailar en lugar de recurrir a la violencia no solo tiene un impacto en los individuos, sino también en las comunidades. Al promover la danza, promovemos la paz, el entendimiento y la integración social. La danza permite que las personas expresen sus emociones de una manera positiva y creativa, lo que contribuye a la cohesión social.
Figuras como Oulouy, un bailarín y coreógrafo africano que ha trabajado para promover las danzas africanas y urbanas en todo el mundo, son un ejemplo de cómo el baile puede ser una herramienta para romper barreras y luchar contra el racismo y la segregación. A través de su trabajo, Oulouy ha mostrado que la danza no solo es una forma de arte, sino también una herramienta poderosa para el cambio social.
Aprovecho para recomendar su Afrikan Party con la compañía Supa Rich Kids. ¡Su trabajo es digno de ver!
Conclusión: más baile, menos racismo
En lugar de alimentar el odio y la violencia, la danza nos ofrece una forma de canalizar nuestras energías de manera positiva. A través de la danza, podemos conectar con nuestras raíces, compartir nuestras culturas y expresar nuestras emociones más profundas. Ya sea a través del footwork, el breakdance, el zapateo afroperuano o las danzas zulúes, el baile tiene el poder de transformar no solo a las personas, sino también a las sociedades.
En definitiva, lo que necesitamos es más baile y menos racismo, más valoración de lo que nos enriquece y de quienes nos aportan. Como Oulouy y otros defensores de la danza nos muestran, bailar es una forma de crear un mundo más justo, más pacífico y más inclusivo. ¡A bailar se ha dicho!