Amigas y amigos Titánicos, la fotografía tiene un poder único: congelar un instante efímero y transformarlo en un relato eterno. Pero no todas las imágenes cuentan una historia auténtica. Existe una magia especial en aquellas fotografías que capturan a las personas en su esencia, sin poses ensayadas, sin máscaras. Es en esos momentos cotidianos, cuando la gente "está a lo suyo", donde reside una belleza que trasciende la estética y conecta directamente con el alma humana.
El fotógrafo Eduardo Momeñe, en su exposición "Lo que importa", celebrada en el Museo Barjola, hace hincapié precisamente en esta idea: mirar a través de la mirada del otro. Su propuesta no se centra únicamente en lo que vemos, sino en cómo lo vemos. Nos invita a convertirnos en observadores activos, a penetrar en la dimensión subjetiva de los retratados y descubrir, en esa espontaneidad, un reflejo de nosotros mismos.
La espontaneidad frente al posado
En el universo hiperconectado de las redes sociales, estamos habituados a una fotografía construida: sonrisas milimétricamente ensayadas, posturas estudiadas, escenarios preparados para transmitir un mensaje premeditado. Sin embargo, Momeñe se adentra en un terreno mucho más humano: el de la imperfección, el instante robado en el que los sujetos se olvidan de la cámara.
La espontaneidad, en este contexto, no es simplemente lo opuesto al posado; es una forma de resistencia frente a la artificialidad. Es una invitación a aceptar lo que somos sin adornos ni filtros, y a encontrar belleza en lo inesperado. Estos momentos "accidentales" a menudo revelan más de lo que una pose cuidadosamente planeada podría mostrar jamás.
El fotógrafo como mediador
El acto de fotografiar no es solo un ejercicio técnico; es un encuentro entre dos mundos: el del fotógrafo y el de su sujeto. El fotógrafo se convierte en un puente, en un mediador que interpreta lo que mira para compartirlo con otros. Pero, para lograrlo, necesita abrirse a la mirada del otro, entender su contexto, su historia, sus emociones.
Mirar a través de la mirada del que mira no significa solo observar, sino comprender y empatizar. Significa aceptar que cada mirada lleva consigo una narrativa, una experiencia, un conjunto de expectativas y sueños. Este enfoque transforma el acto de fotografiar en un diálogo visual, donde tanto el fotógrafo como el sujeto contribuyen al resultado final.
La belleza de lo cotidiano
Hay una belleza intrínseca en los momentos comunes: un niño absorto en su juego, un anciano contemplando el horizonte, una mujer arreglando flores en un mercado. Estas escenas, que podrían pasar desapercibidas en la rutina diaria, cobran una fuerza extraordinaria cuando alguien las enmarca con intención y sensibilidad.
Lo cotidiano tiene el poder de conmovernos precisamente porque nos resulta familiar. Al observar estas imágenes, nos vemos reflejados en ellas, recordando nuestras propias vivencias y conectando con los demás desde un lugar profundamente humano.
El arte de lo invisible
Momeñe nos enseña que la fotografía no es solo cuestión de técnica, sino de mirada. No se trata solo de lo que el fotógrafo pone frente a la cámara, sino de lo que elige no mostrar. La selección de lo que permanece fuera del encuadre es tan importante como lo que incluye.
Esto convierte al fotógrafo en un contador de historias visuales, alguien capaz de dotar de significado a lo aparentemente banal. Esa flor olvidada en una esquina, esa sombra proyectada en un muro o ese instante en que alguien se pierde en sus pensamientos adquieren un nuevo sentido bajo su lente.
Reflexión final
Eduardo Momeñe, con "Lo que importa", nos recuerda que la fotografía es mucho más que una imagen; es un puente hacia la empatía, una herramienta para ver más allá de lo evidente y descubrir lo extraordinario en lo ordinario. En un mundo cada vez más obsesionado con la perfección superficial, sus fotografías nos invitan a detenernos, a observar y a redescubrir la belleza que habita en lo auténtico.
P.D.: para acompañar esta reflexión, la canción "People Watching" de Conan Gray captura ese espíritu de observar al mundo con fascinación, encontrando historias en cada rincón y en cada mirada ajena.