Querida familia Titánica, en el corazón de Gijón, a las faldas de la sastrería Nava en la emblemática calle Uría, nº 14, nació el 3 de marzo de 1950 Monchi Prendes, un artista que pintó la esencia de su tierra y el alma de su gente. Desde sus primeros días, Monchi estuvo rodeado de arte y disciplina, aprendiendo de su padre, un sastre con gran destreza pictórica y un amor por plasmar la vida en lienzos.
Casado con su gran amor, Juanita, y orgulloso padre de Noemí y Leticia, Monchi encontró en su nieta Carla la pincelada de felicidad que completaba el cuadro de su vida. Sin embargo, su otra gran pasión siempre fue la pintura, que convirtió en una ventana a las vivencias de su ciudad y en una forma de eternizar sus paisajes más queridos.
Un artista del realismo emotivo
Monchi fue un pintor meticuloso, heredero de una técnica y una perspectiva perfeccionistas. Su obra, profundamente arraigada en Gijón y sus alrededores, mostraba un realismo sereno y detallado. Sus retratos de marineros y barcos, paisajes de La Escalerona, San Lorenzo, el puerto deportivo y otros rincones emblemáticos, son testigos de su amor por la ciudad marinera que lo vio crecer.
Cada cuadro suyo, ya fuese creado con pincel o espátula, transmitía movimiento y vida. Los cielos dramáticos, las aguas reflejando el firmamento, y las espumas sobre la arena hablaban de un artista que entendía los matices de la naturaleza como pocos.
Trayectoria y reconocimiento
Aunque Monchi no era amante de los focos ni del circuito comercial establecido por galeristas, su obra recibió amplio reconocimiento en Gijón y más allá. Exposiciones en la galería de arte Hator, la capilla de San Lorenzo, el Café Gijón, y lugares icónicos como Lastres y el Estanco del Muelle llevaron sus cuadros al público. También participó en concursos de prestigio como el premio Virgen del Carmen de la Armada o el Bulevar de la Sidra en Oviedo, reflejando su amor por la tradición y la historia.
El arte como reflejo de la vida
Monchi pintaba desde el corazón. Sus cuadros eran recuerdos, emociones y fragmentos de su vida cotidiana. Desde las tradiciones como la Semana Santa hasta batallas navales, cada etapa de su vida quedó reflejada en sus lienzos, cargados de añoranza y cariño.
Aunque nunca buscó la etiqueta de "gran pintor," Monchi lo fue, porque supo compartir con el mundo la belleza de lo cotidiano, el valor de la historia y el alma de su tierra. Su legado sigue vivo en las calles de Gijón, en los lienzos que cuelgan en hogares y galerías, y en el corazón de quienes tuvieron la suerte de conocerlo y admirar su obra.
Una vida, un legado
Monchi Prendes nos dejó una lección sobre el arte y la vida: lo importante no es la perfección, sino pintar con honestidad, desde las emociones y los recuerdos. En sus cuadros no sólo vemos paisajes, sino una mirada al alma de Asturias, a su gente, y al hombre que encontró en el arte su manera de vivir y perdurar.