Amigos y amigas Titánicas, a veces, las respuestas llegan en forma de señales pequeñas. No grandes revelaciones, ni cambios drásticos. Solo un murmullo suave, como el aleteo de una mariposa.
Entre ayer y hoy, me crucé con muchas. Mariposas. No una ni dos, sino varias, revoloteando con esa calma suya que no tiene prisa. Me detuve a observarlas. Y me recordaron que estoy en un momento de transformación. Aunque por fuera aún no todo encaje, por dentro algo se mueve. Me traen ligereza. Me dicen, sin palabras: "Vas bien. Sigue."
Y como si el universo quisiera subrayar el mensaje, hoy me encontré con Irene, una vieja compañera de las colonias de verano. En el mismo bus que llevo semanas usando para entrevistas. Fue un nudo breve entre pasado y presente, una señal de que hay cosas que siguen conectadas. Que aunque el camino cambie de forma, hay algo dentro de mí que permanece intacto.
También vi a una señora vendiendo flores. No plantas, solo flores. Y parecía molesta. La escuché quejarse porque la gente no entendía la diferencia. O quizá porque, en el fondo, ella también anhelaba otra cosa. Su enfado tenía algo tierno. Una verdad silenciosa que no supe nombrar, pero que se quedó conmigo. Pensé: tal vez todas llevamos nuestras propias flores sin raíz, esperando que alguien las valore, aunque no puedan crecer más allá de lo que ya son.
Estoy cansada de buscar sin parar. De tener tantas opciones y sentir que ninguna me enraíza del todo. Pero hoy algo cambió. Me dije: la respuesta ya está en mí. Y que a veces, escucharme significa soltar oportunidades que desde fuera parecen perfectas, pero por dentro no vibran conmigo.
Sigo entre Asturias y Madrid. Entre el arte y la danza. Entre la naturaleza y los escenarios. Entre querer vivir con calma y esa vocecilla que me empuja a crear algo propio. Leo El plan infinito y me reconozco en Carmen: su instinto nómada, su amor por lo sencillo, su forma de lanzarse a la vida con lo que tiene. Quiero vivir así. Con valentía. Con arte. Con autenticidad.
No me importa si no hay glamour. Porque la belleza está en lo pequeño. En una caminata. En un cuerpo que se cuida con amor. En el reencuentro inesperado con alguien que una vez me conoció.
Hoy celebro eso.
Las mariposas.
Los reencuentros.
La señora de las flores.
Y esa certeza tranquila que, poco a poco, empieza a abrirse paso entre tanto ruido.