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Prismáticos, libros y ventana

Reflejos de cultura

Queridos Titánicos, hay un extraño consuelo en el hecho de no encajar. Al principio, la sensación es de desamparo: miras a tu alrededor buscando un reflejo en los rostros que te rodean y no lo encuentras. Sus risas suenan distintas a la tuya, sus palabras no te atraviesan, sus gestos parecen coreografías de una danza que no aprendiste. Te sientes como un personaje fuera de su historia, como un fragmento de un libro olvidado en la página equivocada.


Y entonces, lees. O escuchas una canción. O ves una película. Y allí, en la voz de un escritor que vivió hace décadas, en los acordes de una melodía que alguien compuso en un rincón del mundo, en el diálogo de un personaje de ficción, te descubres a ti mismo.


James Baldwin lo describió con una precisión conmovedora:

“Crees que tu dolor y tu angustia no tienen precedentes en la historia del mundo, pero luego lees. Fueron los libros los que me enseñaron que las cosas que más me atormentaban eran las mismas que me conectaban con todas las personas que estaban vivas, que habían estado vivas.”


Es irónico, pero también hermoso: a veces, lo que nos hace sentir solos es, al mismo tiempo, lo que nos conecta con el resto de la humanidad.


Encontramos nuestro reflejo en las historias ajenas porque la literatura, la música, el cine, el arte en general, son espejos que reflejan lo más esencialmente humano: el miedo, la esperanza, la tristeza, la rebeldía, el amor, la búsqueda de sentido.


Si alguna vez te sentiste fuera de lugar, si alguna vez miraste a tu alrededor y no viste a nadie que pareciera comprenderte, recuerda que hay miles de voces esperando ser escuchadas. Y en ellas, tarde o temprano, te hallarás.



Pingüino rayado azul y blanco, pájaro amarillo con gorrito, y gato marrón con pijama rayado blanco y rojo

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