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Erizo, naturaleza y animal

Valores bajos

Amigos y amigas Titánicas, siguiendo el hilo del anterior artículo, hoy vamos a hablar sobre la crítica, pero desde otro ángulo. La crítica cuando es constante no solo se limita a resaltar los errores ajenos, sino también a disminuir lo positivo. Es sorprendente cómo algunas personas, en lugar de alegrarse por los logros o aciertos de otros, sienten la necesidad de restarles valor, incluso cuando lo que se hace o se lleva es digno de admiración. Esta actitud, más que una crítica constructiva, refleja un profundo perfeccionismo que, lejos de buscar la mejora, busca apagar el brillo ajeno para no sentir que se queda atrás.


Lo peor de todo es que este tipo de actitud no solo afecta a quien la recibe, sino que también corroe a quien la emite. Restar valor a lo que otro hace bien o a lo que luce bonito no es solo una muestra de insatisfacción ajena, sino un intento de hacer sentir a los demás que su éxito o felicidad no es válido. Es como si, al observar a alguien destacar o llevar algo con confianza, se sintiera una necesidad de apagar ese brillo, como si se percibiera como una amenaza.


Este comportamiento de “restar” surge de un lugar de inseguridad. Es más fácil criticar que apreciar, es más fácil quejarse que agradecer, especialmente cuando sentimos que algo nos falta o que otros parecen tener lo que nosotros deseamos. Las críticas vacías, aquellas que no aportan soluciones ni explicaciones, sino que simplemente buscan señalar lo que no está bien en lo positivo, reflejan una profunda falta de autoaceptación. Quienes se dedican a esto no logran ver que al restar valor a lo que otros hacen bien, en realidad están proyectando su propia incapacidad de reconocer el valor en ellos mismos.


El perfeccionismo de quienes se enfocan en descalificar incluso lo que parece hermoso o bien hecho tiene raíces en un concepto erróneo de competencia. Creer que si el otro brilla, uno se oscurece, es una falacia. La verdadera grandeza se encuentra en la capacidad de celebrar el éxito de los demás, en aprender de ellos, y en reconocer que el brillo de alguien más no disminuye el propio. Sin embargo, aquellos atrapados en este ciclo de restar valor están tan obsesionados con una idea de perfección inalcanzable que su primer instinto es menospreciar cualquier cosa que no encaje en su rígida visión.


Cuando vemos que alguien lleva algo bonito, ha logrado algo admirable o está disfrutando de una situación positiva, lo saludable es aplaudir ese momento. La comparación constante, el señalar lo que “no está del todo bien” o lo que podría mejorar, incluso cuando algo es claramente positivo, es un reflejo de una mente que no se permite a sí misma disfrutar de las pequeñas victorias. Y, peor aún, no permite que los demás lo hagan.


Es crucial entender que desvalorizar lo bueno en los demás no tiene nada que ver con ayudarles a mejorar. Es simplemente un intento de restaurar un sentido de control sobre algo que parece inalcanzable o perfecto. Sin embargo, lo único que se consigue es distanciarse de una actitud saludable hacia el éxito ajeno y propio.


Entonces, si alguna vez te has encontrado restando valor a lo que alguien hace bien, ya sea un gesto amable, un logro o una prenda que le queda fenomenal, pregúntate qué te está diciendo eso sobre ti mismo. Tal vez sea hora de reflexionar sobre esas inseguridades que nos llevan a menospreciar, y aprender a celebrar con generosidad el brillo de los demás, sabiendo que, al hacerlo, nos permitimos también brillar.


La verdadera sabiduría está en encontrar el valor y la belleza en los logros de los demás sin temor a que eso reste algo en nuestra propia vida. En vez de restar, aprendamos a multiplicar.



Pingüino rayado azul y blanco, pájaro amarillo con gorrito, y gato marrón con pijama rayado blanco y rojo

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