Cuanto hay de Bukowski, de Mary Ann Swissler y de Salinger en Gonzalo es que comparte con ellos la costumbre por las fiestas solitarias y por las malas digestiones, el sórdido despertar cuando no toca estar despiertos. El tono confesional resulta el mismo tono confesional ácido y sincero. A la postre, vivimos en una sociedad que nos devora; bueno es, de entrada, conocer que siempre somos víctimas.
Desde luego, no son aforismos, aunque son concisos. Diagnostican una “enfermedad”, son fruto de una experiencia, es obvio; pero no sentencian acerca de cosa alguna ni son doctrina. Nada más lejos de Gonzalo Martín Parra que ser un doctrinario, un jodido moralista.