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El Sol Afuera

Siempre me he preguntado de qué color era el indigo.

Siendo pintor, pensé durante afios que tenia las herramientas necesarias para definirlo para luego descubrir que, solo ser pintor, significa enfrentarse a la imposibilidad de realizar esta definicion.

Las palabras o gamas representadas analiticamente por el catalogo Pantone no son suficientes porque en esa gama de azules velados con violeta se encierra el misterio de la tri-dimensionalidad del propio color, que se muestra a nuestros ojos a través de infinitas superposiciones de polvo atmosférico, estratificaciones de luz que, por ejemplo, a determinada hora del dia y en determinadas latitudes, ilumina esas particulas sdlidas en suspension de una forma unica.

Adriano habla del indigo en varias ocasiones y cada vez, sin tener una idea clara de la escena sino una idea poética y flotante, me asalta una emocion antigua con sabor nostalgico. La imaginacion naufragada se deja llevar.

El indigo es como la poesia y la poesia es sentir la vida, un sentimiento fisico y total que, libre de la pretensión de logica o coherencia, sacude al ser en su conjunto. Se alimenta de matices, pequefios detalles lenos de significado.

Todo conquista su significado, de la luz ala oscuridad, del color al odio, de las cosas alos hechos.

El “hecho” de la poesia es la vida, cuando es maravillosa, como vestida de nostalgia y tristeza o atravesada por el horror.

El dia que tuve la suerte de compartir tiempo y palabras con Adriano el cielo del mar de la costa del Garraf se puso indigo. ¿O quizas eran sus ojos los que estaban?

Lo recuerdo sentado, su cabello plateado ondeando en el aire, la mirada de un nifio brillante.

Adriano es uno de esos hombres ejemplares que vive honesta y serenamente en armonia con la realidad. Diria en paz, o tal vez leno de una tranquila y solida esperanza.

“El sol de afuera” es el sol que tiene adentro. Ve el sol porque el sol es parte de quien es. La luz ve, la luz ilumina, muestra el camino, ensefia el camino.

Adriano no escribe poesia, Adriano es poesia. Escribir es su forma de pensar sobre el mundo, una extension natural de su ser.

En sus poemas esta su vida, lo que ve y vive, notas del universo que sus sentidos captan y memorizan a través de un artificio hecho de palabras.

El antagonista del sol es la enfermedad. Esperariamos que fuera la de la literatura médica, la tan balbuceante fisica, pero Adriano habla en cambio de una enfermedad progresiva, que contagia la raiz del ser y socava su totalidad y su esplendor.

El caos del mundo viola los limites de la libertad y el tiempo apremia mientras la mirada humana sigue un horizonte fisico, en busqueda de un mas alla. Busca la amplitud del cielo, busca su inmensidad por-
que sabe que el sentido de su existencia esta en la inmensidad.

Leyendo estos poemas me pregunto qué otro ser de la naturaleza ante cualquier calamidad aceptaria dejar de vivir.

Vi a un perro destripado lamiendo el rojo de su intestino cortado en el asfalto, tratando de curar esa herida en un vano intento de levantarse; sostenia en mis brazos a una perrita lamada Bonnie de tan solo un mes y medio que agonizando, por razones incomprensibles para los veterinarios, estaba tratando de tragar algo de comida hofilizada para poder seguir viviendo. Y luego se desvaneció en una sonrisa convertida en mis ojos.

Senti que su corazon se ralentizaba y, en un sincope, dejaba de latir mientras su ritmo craneosacro se dormia lentamente.

Vi un caballo tratando de levantarse a pesar de tener tres de los cuatro cascos perforados por la tercera falange, todavia unidos solo gracias a vendajes y luego murio unas horas después.

La naturaleza no deja de desear la vida y, en palabras de Adriano, la esperanza surge como una conciencia estructural, un retorno a la conciencia del ser que vive obstinadamente, a pesar de que todo trata de
levantarse, moverse y anhelar la libertad.

Esas “esperanzas obstinadas” que llegan deslumbrantemente en esa “sólo un poco de luz”.

Espera que yo, que siempre he visto esta palabra utilizada como coartada o justificacion de la indolencia de uno, cobra solo gracias a él.

¿Qué esperanza tenia Ulises? ¿Fue Itaca esperanzar? ¿O acaso la esperanza fue el impulso vital que lo llevo a saber?

Quizas él también, como nosotros, envidiaba “las volutas de las gaviotas” y no queria que una Itaca descansara, slo queria navegar.

Cerrados en casa, fantasmas envidiosos de la vida que fluye, nos hubiera gustado tener la fuerza de Ulises y oponernos a los “‘dioses”.

Paolo Maggis
Barcelona
AGOSTO DE 2020

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