Mi mente y yo debatimos a menudo acerca del universo y sus alrededores. Asunto sobre el que un joven lírico llamado Pedro Rodríguez versa las páginas de este libro, sueño hecho parcialmente realidad. Porque es precisamente el tránsito entre realidad y ficción, vigilia y sueño, la veta por la que se abre camino galvanizando de sensualidad los destellos de su conciencia, los desatinos del destino, y cuantas palabras emergen espontáneas como flores de vivos colores en un jardín prohibido. Buscador impenitente de la sabiduría y la juventud, aun a sabiendas de que son incompatibles, este joven lírico se deja incluso llevar por libérrimos derroteros de placeres empíricos, prosas prosaicas y versos inversos. Rescata del ostracismo poético gorrioncillos, rimas universales y capullos dimanadores de fútiles aromas; se pregunta por qué no preguntarse las cosas yse baja los pantalones si la ocasión lo merece.
Hacer poesía es un acto de sincretismo multidimensional, que dirían mis alumnos de la ESO. Pero se equivocan. Hacer poesía no es una cuestión de acto, sino de potencia; de vivir el tiempo más que el espacio; el tiempo de escribir, que es un tiempo de soledad, de silencio. Es ese momento en que nos asomamos al abismo, a pesar de cuantas ingenuidades nos atolondren con sus pretenciosas promesas; al piélago por
cuyas aguas se entremezclan ciencia y conciencia, ética y estética, afectos y adeptos. Tiempo de conquistar la tierra de tus sueños, de ver la imagen del mundo en tus ojos.
Dr Manuel Gallar