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Carlos Finlay - El Pasteur Olvidado de América



En la revista selecciones de Readers Digest de octubre de 1943 se publicó un artículo llamado “Carlos Finlay: Pasteur olvidado de América” escrita por Lois Mattox Miller donde nos cuentan la historia de este gran investigador quién propuso por primera vez la idea de la transmisión de microorganismos a través de los mosquitos. Cuando leí por primera vez la historia de este científico a través de las páginas de ese artículo pensé ¿Cómo un hecho tan sencillo puede despertar una idea que puede revolucionar la ciencia?. Todos pueden considerarte que estás fuera de tu mente pero tal vez, si lo puedes comprobar, en realidad eso es lo que realmente sucede. 



A finales del siglo XIX América estaba siendo mermada por los estragos de la fiebre amarilla. La Habana sufría la peor epidemia de los últimos 20 años. La fiebre amarilla es una enfermedad ocasionada por un virus que pertenece al grupo de virus que provoca una serie de enfermedades denominada “fiebres hemorrágicas”, en la cual está incluída el ébola. Los casos moderados causan fiebre, dolor de cabeza, náuseas y vómitos. Los casos graves pueden causar trastornos renales, hepáticos y cardíacos fatales. No existe un tratamiento específico para la enfermedad, sino que consiste en controlar los síntomas y limitar las complicaciones.


Las personas que se contagiaban con este virus, estaban bien al un día pero al día siguiente caían por la fiebre, una palidez amarillenta y vomitos de sangre negra y viscosa. Los médicos más hábiles no encontraban qué hacer ante tal situación. Los científicos estaban confundidos ante el hecho de que esta enfermedad atacara a unos y a otros no aunque convivieran en un mismo hogar. El primero de agosto de 1900 el Dr. Carlos Finlay entregó al investigador a cargo enviado por una comisión estado unidense una jabonera de porcelana en la cual estaban unos puntos negros mucosos. El Dr. Finlay le dijo que aquellos eran huevos de stegomya fasciata, y le advirtió que colocara agua para que nazcan. Le dijo también que haga que piquen primero a enfermos de la fiebre amarilla y después a sujetos saludables y fuertes y así tendrán la clave para resolver el enigma de la enfermedad. 


Aunque el Dr. Finlay llevaba diecinueve años aseverando la teoría de que el mosquito era el agente transmisor de la enfermedad, los científicos de la época lo ignoraron completamente o lo ridiculizaron a la final. Aquella comisión militar científico estadounidense tomó aquella jabonera como último recurso, aunque no creyeran que iba a dar resultado. Pusieron a prueba su teoría, a los dos meses de aquel suceso quedó confirmada la teoría del Dr. Carlos Finlay. En los meses que siguieron se implementó por el Dr. William Gorgas un plan de saneamiento en base a las teorías de Finlay y se cosiguió eliminar a la fiebre amarilla de La Habana. Los nombres de aquellos investigadores pasaron a la historia como quienes dieron fin a la fiebre amarilla sin embargo el Dr. Finlay no recibió el reconocimiento por haber participado de aquel suceso. 


El padre del Dr. Finlay, Eduardo Finlay originariamente era un inglés que dejó sus estudios de medicina en París, en 1826 para unirse a la fuerza de Simón Bolívar. Posteriormente se casó con una francesa y migraron hacia Cuba. En 1834 en el actual Camaguey nació Carlos, donde tuvo una niñez saludable y eventualmente fue a estudiar medicina en Europa, lamentablemente sufrió una serie de enfermedades que lo obligaron a regresar a Cuba de donde se encaminó hacia Filadelfia cuando recuperó la salud. En Filadelfia continuó sus estudios con los Dres Mitchell, quienes le inculcaron el amor por la investigación. Luego regresó a la Habana dedicándose de lleno a la investigación científica, sin embargo seguía ejerciendo como médico. 


En la Habana en aquella época existían problemas de sanidad apremiantes a lo que el Dr. Finlay se dedicó a educar a la gente para persuadir de mantener prácticas poco saludables entre la población que provocaban la propagación de enfermedades como el tétanos, que afectaba a los niños más pobres ya que en aquel entonces se tenía la costumbre de utilizar telas de araña para poner en los ombligos de los recién nacidos. Pero, el vómito negro como se le conocía en aquel entonces a la fiebre amarilla era enigmática y desconcertante, los libros la atribuían su propagación a materias capaces de absorber, conservar y transmitir la enfermedad como la ropa, los muebles y objetos de uso personal. Había otra teoría sobre que la fiebre se transmitía por “miasmas” que despendrendían los cuerpos infectados, por ello había que quemar todo lo que se tocaba y aún así no se detenían los brotes de la epidemia. Era tan errática la propagación que a veces a un solo miembro de la familia se enfermaba y aunque los demás miembros convivieran intimamente no se veían afectados por la misma, había ocasiones en que se saltaba unas casas y se instalaba la enfermedad. Entonces el Dr Finlay decidió ignorar todos los supuestos que habían entonces y decidió empezar desde cero. Al investigar descubrió que la fiebre amarilla existía antes de que Cristobal Colón llegara a América, los focos siempre fueron cerca de los puertos y rara vez se daba una epidemia en lugares situados a más de 1300 metros de altura. Eran frecuentes en Cuba, México y Brasil. La mortalidad se elevaba a un cincuenta por ciento de los enfermos, en Río de Janeiro llegó hasta el noventa y cuatro por ciento de los enfermos. En ello llegó la primera misión de investigación estadounidense quienes llevaron al Dr. Finlay a recorrer las zonas y al irse le reglaron una seria de microfotografías de sangre de los enfermos. En estas placas descubrió que los glóbulos rojos de los enfermeos permancían intactos, este hecho le hizo pensar que tal vez la enfermedad se transmitía un agente capaz de penetrar en el torrente sanguíneo del enfermo, extraer la sangre la causa activa e inocularla nuevamente en una persona sana. Entonces ¿Cómo podría verificar esta teoría?


Por lo cual en el patio de su casa improvisó un laboratorio donde con su microscopio pasó prendido los días estudiando muestras de sangre de enfermos. Lentamente se planteó la idea de un único agente capaz de penetrar hasta el sistema circulatorio y propagar la enfermedad a otra, aquel agente debería ser el mosquito. Posterior a esto, atrapó y clasificó a los mosquitos, estudió sus hábitos y sus ciclos de vida. Poco a poco fue eliminando familias de mosquitos hasta que quedó Aedes aeypti, el moquito doméstico, a quién se le atribiuyó como transmisor del virus.