Ayer 2 de Febrero celebramos Lammas en el Sur e Imbolc en el Norte. Estas festividades de la rueda del año celta, coinciden con la celebración de Yemanjá y la fiesta de cristiana de La Candelaria. Pero como siempre, y como bien sabemos en el oficio de sacerdotisas y magas, no es que “coincidan” de forma casual. Revisemos el simbolismo.
Hemisferio sur: Arquetipo de la madre y festejo de la cosecha
En Lammas nos encontramos con el arquetipo de la madre tierra. Es una celebración de abundancia, de agradecimiento por la cosecha y los dones recibidos, de bendición a la tierra por su generosidad. Yemanjá a su vez nos trae la cosecha, el sustento que viene del mar, y como la tierra, ella es Madre Eterna. Madre de todos los Orishas y patrona de los pescadores. El festejo de Yemanjá es al hemisferio sur lo que Lammas es al hemisferio norte, la celebración de la abundancia y la presencia del amor materno.
Hemisferio norte: el fuego como símbolo del retorno del sol
Por otro lado tenemos la fiesta de la Candelaria. En la tradición cristiana se celebra la presentación de Jesús en el templo y la purificación de la Virgen Maria. Esta purificación era básicamente un cierre de cuarentena, pues se celebraba 40 días después del parto (40 días desde navidad) y esta purificación como muchas otras, como la que nos regala Brigit, se hacía a través del fuego, sacrificando a un cordero que se ponía en las llamas.
En este día la iglesia también enciende y bendice las velas (Candelaria en inglés es Candlemas, la misa de las velas) y éstas simbolizan la esperanza que la luz de Cristo trae al mundo.
En el mundo celta, Imbolc representa la mitad del invierno. Es el día en el que se apagaban las hogueras de las casas y se limpiaban las chimeneas. La gente luego sacabas las brasas a la calle y con ellas se hacían grandes fogatas comunales.
Imbolc significa “en el vientre de la madre”. Nos habla del fuego eterno de la vida que duerme bajo la nieve pero que ya comienza a despertar, y simboliza la esperanza de que el final del invierno está cerca. Su patrona es como sabemos Brigit, o Nuestra señora de la llama eterna. Breo-Saighead, poder del fuego o flecha de fuego, que luego durante la cristianización de los territorios celtas se transformó en Santa Brígida, que goza de tal estima que en el folclor se le celebra como la partera del mismo Cristo y quien lo salvó de la masacre de Herodes, escondiéndolo por lugares recónditos guiada por una corona de velas.
Así que donde estén, Norte o Sur, reciban los dones de este día feliz. Día de esperanza en el norte y de agradecimiento en el sur. Un día más en la rueda del año para celebrar el cambiante pero eterno amor entre el sol y la tierra.
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