Acaba de salir del anexo de Tilapa (en el Estado de México), me encontraba
contaminado por una espiritualidad constante al mismo tiempo que en mí
latía con fuerza una compulsión cancerígena. Quería dejar de fumar, de tomar
y convertirme en un hombre de aspiraciones. Por aquellas fechas estaba por
terminar un libro pero no lo lograba, tenía demasiadas peleas internas y estaba
mi pereza contra la que siempre he luchado. La confusión de mis ideas
espirituales, la confusión de mis ideas literarias y por supuesto las de la vida
diaria; las pérdidas, las pasiones, el desgraciado anhelo. Bien me lo había dicho
algún militante del anexo: «…la sabiduría sin ningún maestro o guía sólo está
destinada a convertirse en basura dentro de la mente». Para terminar con ese
ciclo tendría que tomar cartas en el asunto.